A diferencia de otras veces, la columna del día está invadida de felicidad. El triunfazo de Boca en Santiago de Chile ante Colo Colo no solo nos hizo arrancar el jueves con una sonrisa, sino que nos metió en el túnel del tiempo para reencontrarnos con aquellos equipos que supieron robarnos el corazón para siempre.

Sergio Romero, invadido por el espíritu del colombiano Córdoba y el Pato Abbondanzieri, atajó las que tenía que atajar, nos dejó con vida y demostró que puede estar para las grandes citas.

El pibe Valentín Barco no se achicó en ningún momento, por eso fue al frente, corrió, metió y jugó, tal como supieron hacer los Clemente Rodríguez, los Chaco Giménez, los Nico Burdisso, entre tantos otros discípulos de Carlos Bianchi.

Las casi tres mil almas que coparon la capital chilena, y se bancaron algunos malos tratos policiales en los ingresos, volvieron a vibrar como en aquellas noches inolvidables en el Morumbí o el Parque Antártica. El contagio, por fin, también empieza a darse desde adentro hacia afuera.

Ya habrá tiempo para pensar en el domingo, donde habrá una nueva cita con la historia. Pero estas horas son para celebrar un victoria que activó el modo copero, el que más nos gusta y mejor nos calza. Que gane Boca y todo el año es carnaval.