Palermo volvió a amargar al eterno rival por decimoctava vez en 32 partidos. ¡No te vayas nunca, Martín!

A la salida del tiro libre, Colazo había vuelto a poner la pelota en el área. Ni Insaurralde ni Román alcanzaron a tocarla. Le quedó servida al goleador histórico del club de la Ribera, que estaba habilitado por Almeyda. Carrizo, golpeado por la falla en el primer gol, dio un paso adelante para intentar achicar espacios. El “Titán”, curtido en este tipo de acciones, ya sabía qué iba a hacer.

Pongamos stop. Ahí todos sentimos lo mismo: la pelota iba a terminar en la red. Hasta Román,  zaguero paraguayo de River, lo presentía y por eso se agarró la cabeza de antemano, como muestra la foto. La vida de película de Palermo así lo exigía. La situación era perfecta. Apenas ingresado al área, mano a mano con el arquero y con la pelota picando.

Play. Y así fue. Con la cabeza y de emboquillada, Martín terminó de crucificar al “Millonario”.

La Bombonera estalló con el gol de uno de los máximos ídolos del club. En la tribuna, se hicieron presentes los gritos, los abrazos y las miradas cómplices con el de al lado que decían ‘viste, te dije que la iba a meter’.

En el campo de juego, Insaurralde ya lo bajó a Palermo y se armó la montonera. Festejan como chicos, lo disfrutan como hinchas. Hundido en la mayor de las emociones, el autor del tanto se levantó, besó el tatuaje que lleva el nombre de su hijo que lo alumbra desde el cielo y luego se acercó a saludar a Falcioni, que siempre lo bancó.

Como es su costumbre, Martín logró cumplir con el desafío que se había puesto: convertir en su último clásico. Este fue el decimoctavo grito ante River en 32 partidos.

El “Titán” volvió a alegrar a todos los hinchas de Boca, aquéllos que antes del partido habían deseado con toda su alma ganarle al eterno rival con gol de Palermo. El destino estaba marcado. Todos sabíamos que así iba a ser…