Nuestro jueves está invadido por la bronca. Nada de lo que ocurra en estas horas podrá sacarnos de la cabeza el insólito e injusto empate de Boca contra Fortaleza en La Bombonera. El fútbol, a veces, te hace vivir estos días que podrían tirarse a la basura sin ningún problema. Pero cuando la espuma baje y la mente se enfríe, el análisis debe ser uno solo: el camino es por acá.
Diego Martínez logró en menos de 6 meses lo que otros directores técnicos no pudieron en uno o dos años: darle una identidad futbolística al equipo. El Xeneize respondió en cada una de las paradas bravas que le tocó afrontar, no perdió ningún clásico, sacó a River en un mano a mano y superó ampliamente a sus rivales en dichos compromisos.
Este deporte, tan lindo y odiable a la vez, no entiende de merecimientos y nosotros, los de Boca, lo sabemos más que nadie porque ganamos partidos que todavía no sabemos cómo. Por eso, ahora el desafío para el DT será achicar el margen de error para convertir a los nuestros en un equipo más seguro y confiable.
El techo todavía está lejos, la vara debe seguir subiendo, la exigencia coherente no puede desaparecer y la crítica constructiva tiene que tomar un rol preponderante, sobre todo cuando el resultado es esquivo y la suerte no nos tira buenas cartas. Pero a esta altura, más allá de cualquier pensamiento que nos gobierne la razón, no puede haber ninguna duda: el camino es por acá.