El partido de ayer fue un fiel reflejo de lo que mostró Boca a lo largo de un 2010 para olvidar y que, por suerte, ya se va. Quien venga tiene mucho trabajo.
Que el verano de Boca haya sido convulsionado y que en esa época supuestamente tranquila se haya producido el primer cambio de DT (Alves por Basile) fue un anticipo del año que tendría Boca. Sin paz, con problemas constantes, sin suerte en ocasiones y, sobre todo, vacío de fútbol y alegrías.
El partido de ayer ante Gimnasia resumió varias cuestiones de todas las vistas en el 2010, que no tuvo a Boca compitiendo internacionalmente y menos logró conseguir el pasaje para las copas del año próximo.
Por momentos el equipo ilusionó y pareció recuperarse, como en varios pasajes del primer tiempo de ayer. Donde se tuvo la pelota y se manejó el partido, pero lo que no pudo eliminarse pese a los buenos ratos fueron las falencias defensivas. Siempre que el rival, cualquiera que sea, se decidió a atacar complicó, como pasó contra el Lobo. Eso explica por qué 58 goles en contra en 38 partidos.
Pero siempre en un mismo partido esos momentos de ilusión, si estuvieron, desaparecieron. Ayer no fue la excepción: porque en el complemento Boca se complicó solo ante un rival pobre, lo dejó venir, le cedió la tenencia de la pelota y cometió varias infracciones peligrosas e innecesarias. Así justamente llegó el empate de Juan Neira, con un dato no menor: justo contra el Xeneize los platenses cortaron una racha de ocho meses sin hacer goles fuera de su casa.
Todo parece indicar que el elegido para hacerse cargo de este golpeado planteL es Julio César Falcioni. Él o quien sea tiene mucho por hacer para revertir este magro presente, para devolver a Boca donde tiene que estar. Porque se termino otro año sin títulos, porque otra vez el primer semestre del que viene no tendrá Libertadores y porque no puede permitirse otro año con los números del 2010: 12 triunfos, 9 empates y ¡16 derrotas!, sólo 45 puntos de 114 posibles.