La realidad es una sola. La sabemos todos. No se puede ni se debe tapar. Boca anda los tumbos, pero de verdad. El equipo hace 11 partidos que no suma de a tres, ya alcanzó la peor racha en la historia del club en cuanto a derrotas, no representa a los hinchas dentro del campo de juego y repite cuestiones del pasado.
Sin embargo, para desgracia de quienes depositamos nuestras alegrías y frustraciones en estos colores, los problemas no son solo futbolísticos. Los rumores sobre cuestiones internas crecen a medida que pasan las horas y la situación es, sin dudas, más compleja que no ganarle a Auckland City, a Huracán de visitante o quedar eliminado en dieciseisavos de final de la Copa Argentina contra Atlético Tucumán.
La necesidad de pegar un volantazo es casi tan necesaria como triunfar el 9 de agosto ante Racing, en La Bombonera. El plan ejecutado hasta entonces ya no va más. Quedó obsoleto. Por eso, por favor, reaccionen y sáquennos de este caos en el cual estamos metidos.
El Consejo de Fútbol en la mira: reorganizar para construir algo mejor
Marcelo Delgado, Mauricio Serna y Raúl Cascini quedarán por siempre en las páginas doradas del Club Atlético Boca Juniors. Los tres lo tienen merecido. Salieron campeones a nivel local, alzaron la Copa Libertadores y también saben cuánto pesa la Intercontinental. Nadie que tenga gratitud podrá olvidarse de ellos. Pero no es lo mismo ponerse los cortos y jugar que estar del otro lado del mostrador.
Lamentablemente, lo que alguna vez imaginó Juan Román Riquelme no salió para nada bien. Por eso, se necesita otro proyecto, otras ideas y otra manera de gestionar las decisiones futbolísticas del cuadro más popular del continente.
No sé si tiene que quedarse uno, dos o ninguno de los tres. Lo que sí está claro, y lo pensamos propios y extraños, es que así no va más. Cambiar el plan para que cambien los resultados, quizá llegó la hora de ir por ahí.

El Consejo de Fútbol de Boca, en la mira.

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La polémica con Merentiel, un síntoma más de desorganización
Russo llegó a Boca disfrazado de bombero y con el objetivo de traerle un poco de paz a un equipo que viene mal desde hace rato. Las primeras impresiones fueron buenas, el “veranito” de los partidos contra Benfica y Bayern Múnich nos hizo soñar con un futuro mejor, pero rápidamente todo se derrumbó.
La gota que rebalsó el vaso fue lo sucedido en el vestuario de la cancha del Globo durante el entretiempo. Ahí, en la situación confusa del cambio de Milton Giménez por Miguel Merentiel, hay otro ejemplo que pinta de cuerpo entero lo que está pasando. El prestigio que se pone en juego cada vez que Boca sale a la cancha es demasiado grande como para que se vean esas imágenes que solo nos avergüenzan.
No hace falta ser un erudito en esto del fútbol como para saber que Merentiel no puede salir nunca de este Boca, así como tampoco para comprender que alguien que alguna vez llevó la cinta de capitán debe alejarse de cuestiones papelonezcas. Inteligencia por sobre la bronca.

Merentiel salió a jugar el segundo tiempo, pero salió antes de que empiece. Un papelón. Foto: captura de TV.

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Indisciplina, un condimento más que arruina el menú de Boca
Cuando el dolor por el 0-1 en Parque Patricios empieza a irse, llega otra noticia que abre la herida de los hinchas: un futbolista, disconforme con una decisión tomada por el director técnico, decide irse a la casa y no formar parte del entrenamiento. Cualquiera hace cualquier cosa.
No hay demasiado misterio a esta altura: el protagonista en cuestión es Marcos Rojo, quien no volverá a ponerse la camiseta de Boca (al igual que Marcelo Sarrachi y Cristian Lema) y buscará rescindir su vínculo, que vence en diciembre de este año, tras varios cortocircuitos con Russo.
Al margen de lo que cada uno pueda opinar sobre la situación del defensor subcampeón del mundo en Brasil 2014 es inadmisible que un empleado del club pegue media vuelta, agarre su auto y se vaya a la casa por el simple hecho de estar molesto.
Es la hora de Riquelme: tiene que devolver la confianza del voto
Juan Román Riquelme está en la historia grande de los dirigentes de fútbol en la República Argentina. Claro, no por los logros deportivos obtenidos durante su primer mandato, sino por lo sucedido a fines de 2023 en las urnas: con más del 65% de los votos, el nacido en Don Torcuato se convirtió en el presidente más votado de un club.
La confianza de los más de 30 mil socios activos de Boca, que aquel lluvioso 17 de diciembre se acercaron a La Bombonera, doblaron la boleta con su cara, la guardaron en un sobre y la mandaron al fondo de la urna, debe devolverse con hechos.
Román decidió salir del olimpo de los dioses boquenses para meterse en el barro. Y ahora, por más que intente disimularlo en alguna que otra entrevista, está embarrado hasta la rodilla. El futuro de Boca, el club de sus amores, depende pura y exclusivamente de sus decisiones. El margen de error se achica, la paciencia de quienes creyeron en él se agota y la desilusión es cada vez más grande.
Desde los que caminaron al lado suyo por Parque Lezama hasta los que se encuentran en la vereda de enfrente, ideológicamente hablando, piden lo mismo: autocrítica y otras formas de gestión. Por el bien de una de las cosas más importantes en la vida de un ser humano: Boca Juniors.