Veintitrés partidos oficiales jugados. Apenas tres goles convertidos. Solo seis encuentros completados en su totalidad. Un promedio futbolístico que no pasa de los cuatro o cinco puntos. Algunas declaraciones sin sentido. Gestos a la hinchada de River en su primer Superclásico, que para colmo terminó en derrota, y noticia por cosas ajenas a la pelota. No hay mucha vuelta que darle: Carlos Palacios todavía no entendió dónde está.
El mediocampista chileno no convence ni colma las expectativas, es resistido por gran parte del público, se destaca poco dentro del campo de juego y empieza a ser mirado de reojo. La magnitud de Boca es tan grande que puede dejarte expuesto en poco más de seis meses.
Un perfil demasiado alto para no haber ganado nada
A lo largo de la historia, la gente de Boca se encariñó con muchísimos futbolistas que tuvieron el privilegio y el honor de defender la camiseta más pesada del continente.
Algunos jugadores se destacaron por sus goles, como Martín Palermo, otros por sus lujos, como Juan Román Riquelme, varios por aparecer en partidos imborrables, como Guillermo Barros Schelotto o Carlos Tevez, y unos cuantos, como Blas Armando Giunta, Roberto Mouzo o el gran Rubén “Chapa” Suñé, por dejar la piel en cada pelota dividida.
Todos los protagonistas nombrados previamente priorizaron la gloria deportiva. El ruido lo hicieron primero adentro y luego elevaron el perfil. No había fotos en las redes ni apariciones públicas en momentos inoportunos, solo el deseo de quedar en la historia grande del Club. Palacios, al parecer, va a contramano de nuestras grandes leyendas.

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Palacios no le encuentra la vuelta en Boca. Foto: Getty.
Declaraciones que no suman y lo alejan más de los hinchas
Hay dos frases de una entrevista que dio Palacios en el canal de Colo Colo, el club del cual es hincha, que son el fiel reflejo de lo que muchos sentimos acerca del dueño de la camiseta número 8 xeneize.
“El hincha de Boca es muy apasionado, muy eufórico. Aparte de que han ganado todo, están acostumbrados a ganar, para ellos es normal. Hay que ganar siempre y se acostumbraron a eso, entonces te llega una presión que a veces te puede cambiar todo. Es normal, a veces esperan que juegues todos los partidos bien”, dijo el chileno, como sorprendiéndose de las exigencias propias del CABJ. Lo raro es que tiempo atrás había sostenido que ya estaba adaptado.
Como si fuese poco, y para no pasar desapercibido, Palacios le sumó un “de vez en cuando me gusta disfrutar la vida, quiero disfrutar de un día libre. Siento que no tiene nada de malo… no miro lo que hablan u opinan de la vida que uno lleva“. Una declaración que podría entenderse y/o aceptarse si tuviese, por ejemplo, algún partido importante o título en su vitrina. Pero no.

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Palacios tampoco se destacó en el Mundial de Clubes. Foto: Imago.
Antecedentes que lo exponen
Lo de Palacios no es nuevo, viene de hace tiempo. En marzo se lo vio entre la hinchada de Colo Colo. Tiempo después, llegó tarde a una práctica tras haber perdido el vuelo: Gago lo sancionó y no lo convocó vs. Newell’s. Posteriormente llegaron los gestos en Núñez, las insólitas declaraciones, la foto con Dillom. El vaso se llena, la paciencia se acaba.
En Boca, las formas importan
Claro está que todos los problemas de este Boca no pasan por Palacios. No es el único responsable del chato presente futbolístico, ni tiene la culpa de que el equipo no logre levantar de manera colectiva. Sin embargo, algunas de sus actitudes generan un sentimiento parecido al hartazgo.
Las comparaciones son odiosas, pero para explicar mejor tomo el caso de Alan Velasco, quien tiene peores números que el nacido en Chile desde que arribó a Boca: 20 encuentros jugados, cero goles y ningún partido completo. Además, la mochila sobre sus hombros de aquel fatídico penal fallado vs. Alianza Lima que dejó a Boca afuera de la Libertadores. ¿Qué lo “salva”? Algo que a Palacios le falta: el perfil bajo.
Antes de cerrar este texto, y con el fiel deseo de que Palacios revierta su situación, ya que si le va bien a él a Boca también, cito a Guillermo, uno de los que permanecerá eternamente en el Hall de los Ídolos: “Hay que ser jugador de Boca las 24 horas”. El que no lo entienda que se vaya.