Esto ya lo vivimos. No es nuevo. Viene de hace rato. Nadie puede sorprenderse. Es solo una nueva piña, un nuevo golpe al alma de quienes depositamos más de lo aconsejado en nuestro club. Besamos la lona otra vez.
La derrota y la eliminación ante Atlético Tucumán duelen. Pero hay algo que, por lo menos a mí, me hace aún más daño: el hecho de sentir que venimos rifando el prestigio conseguido durante tantos años.
Este Boca ya no se agranda en las difíciles, no pisa fuerte en los partidos importantes, tiene la mandíbula de cristal y se parece poco a aquellos equipos que, al margen del resultado de turno, representaban los valores propios del cuadro más popular del continente.

Boca no lo encuentra la vuelta: otra derrota que duele. Foto: Getty.
Lamentablemente, vivimos una época en donde abundan más las declaraciones insólitas y las historias en Instagram que el pedido de perdón a quienes se gastan el mango (y el tiempo) para acompañar a los colores en cualquier lado.
Pasan los años, cambian los jugadores, desfilan los técnicos, pero el resultado final es siempre el mismo. Las responsabilidades son compartidas y a esta altura no hay ninguna duda de que Juan Román Riquelme, por el cargo que ocupa, es el principal responsable.
Acá no se trata de echar culpas, sino de pedir, desde lo más profundo del corazón, que cambien el plan. Porque así, la cosa no va. El escudo, la camiseta y la gente exigen mucho más.

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