
En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el triunfo Xeneize ante Belgrano, desde la tribuna.
1 –
El carné del círculo de periodistas deportivos de Córdoba, es el pase para volver a ver a Boca en Córdoba. Si bien lo de periodista deportivo es cierto, lo de hincha de Boca es lo primero.
El día comenzó con un celeste bien fuerte. Cosas locas tiene el tiempo, que da calor en pleno agosto. Las horas parecen atrasarse más por la humedad, en un domingo diferente, ya que todos se han ido por el fin de semana largo. Menos los hinchas de Belgrano y Boca.
Hay que estar más temprano en la cancha, para entrar al sector de Prensa. Es algo bueno, para no tener que andar entre tantos piratas. Pero hay muchos hinchas locales que quieren llegar, y se toman el mismo coche. Todo el viaje con cuarteto de fondo y los temas en contra de Boca y del rival de toda la vida. En la tierra del humor, los cantos de cancha llevan en más de una oportunidad el chiste.
Cuando el Kempes se ve en el paisaje, La Mona Jiménez, el choripan y el fernet con Coca, se mezclan en el aire. Ya en el playón, los autos ponen a todo volumen a este cantor de las clases y las cosas populares. A este icono del folklore cordobés, tanto como el fútbol. Y en ese contexto, uno se da cuenta que se ha perdido y de golpe esta en medio de la gente de la Barra, y se tropieza con el telón gigante. Era indicio de que ahí no había que estar más.
Ya dentro del estadio, la tranquilidad reina. Los medios van llegando, y los que tienen plateas preferenciales, también. La camiseta de la Selección no está mal para la ocasión, pero no es lo mismo. Todo es una pintura celeste, que no entiende de otros colores. Es una postal muy linda, pero incompleta. Hay una tribuna vacía, y la fiesta de Boca falta.
2 –
A pocos minutos del partido, se es parte de “Frecuencia Deportiva”. Facundo es de Belgrano, pero aclara que es localista. Los chistes siguen, aunque el mal humor llega cuando la queja por los periodistas “reconocidos” y su agrande, no se puede esconder. Mientras nos disponemos a ver el partido, como cuando cursábamos juntos, sentados al lado. Sale Boca y la silbatina aturde. Faltan cinco minutos para el inicio, los nervios ya ganan la primera partida. El silencio no es por escuchar la transmisión del programa, sino por el deseo de que la cosa mejore. Que se pueda jugar bien. Que no hay ganas de andar con nervios, en medio de tantos hinchas de Belgrano.
Salen los equipos. Cuando lo hace el local la gente se vuelve loca. La hinchadas de Córdoba son de las mejores del país, cualquiera sean sus colores. Cuando sale Boca, uno se pone como loco. Los jugadores saludan y se lo toma como propio a ese saludo. Se aplaude “disimulando”. Se disimula aplaudiendo como los rivales.
Rodrigo, que llevó el cuarteto a Buenos Aires, baja junto al telón de la hinchada. El ritmo cordobés se apropia del cemento. Las letras se pueden cambiar. Entonces cuando suena Amor Clasificado, suena desde adentro “Vamo’ Xeneize te vinimos a ver, ganes o pierda no importa una mierda”.
3-
El partido se va dando de manera que temíamos. Por situaciones de gol merecía el empate. Pero por el manejo del juego, Belgrano fue un poco más. 90’ que se convierten en horas. El fantasma de un árbitro que arbitra en contra de ellos, se percibe y protestan todo. Las jugadas se acumulan, el sufrimiento también. Y para peor al lado no hay un bostero, sino un periodista al que no le podes hablar para no distraerlo.
Por no fumar, los chupetines son la adicción dulce del momento. El “uhhh” generalizado, por todas las chances desperdiciadas por los piratas, se vuelve singular cuando el travesaño salva a Belgrano. El hecho de levantarse lamentándose, hace que se den cuenta de que hay un bostero entre ellos, más allá de que esté acreditado. Si bien es diferente que estar en la popular, las miradas feas pegan en la espalda. Hay que calmarse, para que no te calmen, de manera poco amigable.
El segundo tiempo pasa como el primero. Y la mala sangre. Pero es más evidente ya el nerviosismo. El escuchar al relator, que está atrás de uno se convierte en una tarea, para avisar que está saliendo bien todo. Lo que no parece salir bien, es el partido para Boca.
Llegan los pelotazos de Belgrano, los centros, y se aprieta el banco. La lapicera baila en el papel. Los garabatos, no hacen más que demostrar la poca claridad de pensar y de que salga algo lindo. Es un poco lo que pasa en el verde césped, por parte de los jugadores de Boca.
4 –
Ya pasó el tiempo reglamentario. Quedan dos minutos. Parece que el padecimiento ya termina. Pero no. Hay una jugada más para Belgrano. El centro viene por parte Farré, para que la empuje Mansanelli. Entonces uno ve la pelota ya dentro de la red, y el grito furioso de esas almas que llegaron de a miles, entonces pasa por la cabeza el no putear tanto, el quedarse callado, el… ¡El arquero que la saca! Orión la ataja. ¡Vamos mierda! De golpe no se mira a la cancha. Sino a ellos, que se lamentan a más no poder.
Al volver la vista hacia abajo, pido una jugada más, porque a lo mejor pasa como el año pasado, entonces por una mueca del destino, por amor al arte o por lo que fuera Boca gana. Y entonces el deseo se vuelve lo más fuerte del mundo, el sentimiento más sincero y real que tengo en ese momento, entonces le pido a Carrizo que meta el centro y que… ¡GOL! ¡GOL! La puta madre, gooooooooooooooooooooooooool.
Entonces ya no aguanto. La procesión termina. Salto en el lugar. Soy el único que se levanta y grita. No desaforadamente como en La Bombonera, pero lo grito. No lo creo. Están allá a lo lejos festejando los jugadores, y muchos infiltrados que gritan un “¡No!” prolongado para maquillarlo un poco.
Gigliotti acaba de meter el gol y silenciar al Kempes. En un minuto la historia cambió tan de golpe, como si el escritor de la historia hubiese decidido borrar todo, y modificar la trama.
El fútbol es tan injusto y hermoso a veces, que logra esto. Porque Boca no merecía ganar. Pero qué importa ya está. En ese momento no se le puede pedir a la razón que entre a la cancha. Allí, donde el árbitro da el final. Segundos después del primer grito, el segundo. Vamos, vamos mierda. ¡Vamos Boca, carajo!
Subo a las cabinas de las transmisiones de Boca. Ya padecí mucho como para no poder compartir esa alegría. Ya las miradas de los de Belgrano, eran más directas y fulminantes. Me paro para ver a los periodistas de Boca. Nadie entiende lo que pasó. El colega de Arriba Boca, pregunta si el relato salió mal. La productora le responde que salió y es lo importante. En Boca de Selección, Walter Berón trata de explicar lo que pasó, con aluna teoría que ni él se cree. Mientras que fuera de micrófono, abre las manos en señal de la suerte que se tuvo. Él, que en el entretiempo le hablaba al hincha de Boca desde lo cotidiano., explicando que Boca si fuese un plato de ravioles, le estaría faltando la salsa. Y no hay nada más feo que eso.
A su lado, Daniel Mollo lo mira como aceptando eso. Como tomando las palabras que canta el otro Mollo –Ricardo- en Senderos: “Vengo de ayer, no soy de ayer”. Ellos más que nadie saben, que este Boca no es el del ayer glorioso, pero que es el sendero que tenemos que transitar. Pero siempre nos van a encontrar ahí. Siempre al lado. Mancando las difíciles.
5 –
Al volver a la platea, Facundo asegura: “Pensé que te cagaban a trompadas. ¿Cómo vas a saltar así?”. Y como buen cordobés, afirma: “Sos un culiado”.
En el estadio apagan las luces, pero la sonrisa no lo puede hacer. El último colectivo nos lleva de regreso cerca de las dos de la mañana. El enojo por la demora, es la única salvación para mimetizar el enojo de la multitud derrotada. En medio del viaje, en un colectivo repleto, el que estaba contra el parabrisas, me mira y me dice: “Qué cagada el gol, gringo, ¿no?”.
-“La verdad que sí. Una cagada”.