Boca fue gran protagonista en la temporada anterior y dio la vuelta en dos ocasiones, obteniendo buenos números en cuanto a resultados. El 2023 ya dio luz verde y con un puñado de partidos en el inicio del semestre, vuelven a aparecer fallas en el juego, principalmente en el último encuentro ante Central Córdoba.
Con un largo camino en el horizonte, el Xeneize sabe que debe perfeccionar algunas cuestiones para no sufrir sobresaltos ni sorpresas. Uno de los desafíos que tendrá el cuerpo técnico es ajustar la movilidad en el mediocampo. Por momentos, la circulación se hace lenta y la influencia de la mayoría de sus volantes es muy poca.
Lejos de sus mejores versiones, las intervenciones de sus integrantes se van desvaneciendo con el correr de los minutos. Sin adaptarse a lo que pide el partido en sí, tampoco son acompañados por los laterales que últimamente tienen poco peso en ofensiva y con finalizaciones de jugadas que son las adecuadas.
Esto va de la mano de la segunda corrección: la generación de juego. La ausencia de creación colectiva preocupa ya que, en los últimos duelos, solamente dependió de lo que realizara Óscar Romero. A pesar de la voluntad grupal y la posesión de la pelota, la falta de funcionamiento quedó en evidencia una vez más, para el conjunto azul y oro que suele ser previsible.
Otro de los aspectos a retocar debería darse en el ataque para lograr una mayor eficacia en los metros finales. La falta de gol inquieta, haciendo hincapié en los centrodelanteros y con la recurrente apuesta por Sebastián Villa, el colombiano no es una solución firme. Desdibujándose poco a poco, Boca es víctima de su propia incapacidad ofensiva.
Por último y no por ello menos importante, la lectura del DT es otro punto a rever. Con puntos altos como la promoción de juveniles, otras decisiones no son de las mejores: la insistencia con algunos jugadores, cambios que no surten efecto, la apuesta por tácticas que no modifican el partido y la no inclusión de juveniles que resolvieron duelos en el 2022.