Riquelme se despidió de Boca ante Lanús, en la Bombonera. Fue por la fecha 18 del Torneo Final. Repasá su actuación, con video incluido.
“Domingo 11 de mayo a las 18.15”, anunciaba la cartelera del Templo de La Boca. En el día del Himno Nacional, los fieles xeneizes se pusieron de pie y entonaron el grito sagrado, más fuerte que nunca: “Riqueeeeeeeeelme, Riqueeeeeeeeeeeeelme”. Conociendo a los actores de reparto de turno, sentían que podía ser la última jornada del protagonista principal. Era un día especial, sin dudas, al que la lluvia le daba un tinte épico.
Juan Román Riquelme salió a la cancha para regalar su mejor función. En su primera intervención, la pisó y se la llevó para el costado izquierdo, que ya debe tener un surco de tantas veces que pasó por allí. Gambeteó a un rival, perdió la pelota con el segundo, pero la recuperó mostrando la frescura del juvenil de 18 años que había debutado ante Unión de Santa Fe en ese mismo estadio.
No faltaron los clásicos movimientos del 10: bien parado, cola para afuera para alejar al rival y el balón, que se vuelve inalcanzable para cualquier mortal, bajo la suela. En un gesto poco habitual, se burló de un pobre marcador, mostrándole la pelota como diciendo: “¿La buscabas? Acá está”. También había bronca adentro de su cuerpo.
El repertorio fue completo: taco en mitad de cancha; doble pisada interminable para dejar en ridículo a cualquiera; toque sutil y giro para irla a buscar y ganarle en velocidad a Ortiz, que no encontró armas para detenerlo; punzante pase en profundidad para regalarle una corrida más a Riaño.
Y hay cosas que no se pueden explicar, como el caño que tiró sin tocar la pelota. Amagó a pegarle, pero decidió dejarla pasar para que se escurra entre las piernas de Izquierdoz. Por arte de magia o, mejor dicho, por arte de Román.
Los hinchas deliraban al ritmo de JR y le ofrendaban todo su cariño. “Riqueeeeeeeeelme, Riqueeeeeeeeeeeeelme” y “O-le-le, O-la-la , Riquelme es de Boca, de Boca no se va”, los hits de la tarde noche en la Bombonera.
El reloj marcaba 43 minutos y algunos segundos del complemento, cuando el Señor 10 dejó la cancha. Entregó la cinta de capitán y se fue saludando a los cuatro costados del Templo. Les mandó un beso a sus familiares, esos por los que da la vida, que estaban en el palco. Saludó a Juan Sánchez Miño, su reemplazante, chocó las manos con todos los integrantes del banco y recibió un beso paternal de Carlos Bianchi. El cielo seguía llorando, como si ya conociera el desenlace del Romance.
Riquelme merecía regalarle este partido al hincha; Riquelme merecía regalarle este partido a Román, aquel Bostero que soñaba con jugar al menos un encuentro con la camiseta de Boca.
“La gente a mí me quiere mucho. Yo nunca voy a poder devolverles todo el cariño que me dan. Hoy he disfrutado mucho, estoy muy contento porque el equipo ganó y pude ayudar”, declaró el enganche al término de la función, mientras que el “O-le-le, O-la-la , Riquelme es de Boca, de Boca no se va” sonaba más fuerte que nunca. Era el grito final. Era un pedido, una súplica. Reclamaban por a continuidad del Señor 10, el último ídolo del plantel, el símbolo del Xeneize, el sinónimo de fútbol.
Y en ese marco inmejorable, en esa caldera de amor, Román comenzó a revolear su camiseta, la azul y oro, como cuando veía los partidos desde la popular. El túnel lo esperaba, pero él quería disfrutar un rato más, como ese chico al que llaman a merendar cuando está en pleno picado. Guardó las imágenes en su mente y en su corazón. Hizo fuerzas para no llorar.
A pesar de no haberla planeado, terminó siendo una despedida “a lo Riquelme”: el ídolo y el hincha, sin el apoyo de los dirigentes que nunca lo quisieron, ni de los barras a quienes se les plantó y les dio la espalda. Emocionado y felí, se retiró del patio de su casa.
P.D. Intenté poner en palabras lo que este mago hizo aquel día con la pelota, pero hay veces que mi vocabulario resulta inadecuado, insuficiente. Perdone usted, querido lector. Para remediar parcialmente mi error, como no puedo transportarlo en el tiempo, le dejo un resumen de su actuación.
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