Boca Juniors superó a River Plate por 2-0, con dos goles de Nicolás Blandi. El conjunto Xeneize golpeó en los momentos justos y se quedó con el primer clásico del año.

Los hinchas de River que estaban contentos por el retiro de Martín Palermo, ni se imaginaban que Nicolás Blandi podía amargarlos de tal forma en el arranque de 2012. Contundente y letal, el nueve oriundo de Campana apareció cuando el equipo más lo necesitaba.

En el comienzo todo parecía ser favorable al elenco que dirige Matías Almeyda, hasta que a los 6 minutos Pablo Mouche desbordó por derecha y centró de buena forma buscando la cabeza de un compañero. Ahí apareció Blandi y sacó un formidable cabezazo, a espalda de los defensores y anticipándose a Luciano Vella.

Envalentonado por la apertura del marcador, el conjunto Xeneize fue en busca de más. Facundo Roncaglia intentó desde media distancia, pero su remate se fue al lado del palo derecho de Daniel Vega.

Los jugadores de River sintieron el golpe y entraron en un nerviosismo generalizado. Alejandro Domínguez le pegó sin pelota a Pablo Ledesma y vio la amarilla. Como continuó con reclamos y agresiones en contra del árbitro, Diego Abal le sacó la roja.

En el complemento, Boca esperó replegado y dispuesto a salir de contraataque, apelando a jugar con las necesidades del rival. Ni siquiera la expulsión de Facundo Roncaglia, por doble amarilla, llegó a emparejar las cosas. Los dirigidos por Julio César Falcioni se mostraban muy compactos y atentos para terminar con las pocas ideas de River.

Nicolás Colazo, uno de los mejores de la noche junto con Ledesma y Blandi, fue el autor intelectual del segundo tanto. El zurdo abrió para Araujo y recibió de éste un pase en profundidad, que terminó centrando por abajo para la aparición goleadora del nueve Xeneize. Vega no tuvo nada que hacer y quedó rendido a los pies del atacante, que festejó como loco el 2-0 final.

Una vez más, en esta oportunidad en Chaco, Boca hizo pesar la paternidad ante un elenco que sufre horrores cada vez que le toca enfrentarse a los de camiseta azul y oro. Los clásicos no se merecen, se ganan.