En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, un repaso por el Bicampeonato de 1999.
El pasado 19 de junio, se cumplieron 20 años de Boca terminando un campeonato tan raro como histórico, en un 2 a 2 frente a Unión. El torneo del récord, de un equipo que parecía que había tocado techo muy rápido, de un plantel con varios lesionados. Un torneo donde pasó de todo. Y pasó que lo dirigió Carlos Bianchi.
El torneo
El Clausura 1999 fue un torneo muy raro, no sólo para Boca. Fue un torneo con varias fechas entre semana, ya que empezó recién el 5 de marzo. ¿La razón? Futbolistas Argentinos Agremiados en solidaridad con los jugadores de la B que no cobraban su sueldo (porque el Juez Perrotta había suspendido los partidos de esa categoría debido a la falta de seguridad) declaró una huelga.
El torneo también fue raro, porque Boca jugó los primeros partidos de local, fuera de casa. Dos días antes del comienzo del torneo, Boca y Chacarita jugaron un partido de entrenamiento. Alguien tuvo la brillante idea de mandar a los “funebreros” a la tribuna de socios, que da a Casa Amarilla. Miembros de La 12 al enterarse fueron a “defender su lugar” y el caos comenzó. El saldo: Rafael y Fernando Di Zeo presos, la imagen lamentable de una golpiza a un hincha de Chacarita y perder la localía sólo tres fechas.
Fue un torneo muy raro, que empezó un domingo por la mañana en el Nuevo Gasómetro con los goles de siempre de Palermo y Guille, y el “casi golazo” del “Chino” Pereda, que hubiese sido uno de los mejores de nuestra historia.
El final del partido lo encotraba a Guillermo anticipando, que iban a estar peleando al final del campeonato. Si había algo que sobraba en ese plantel, era confianza. Y era algo que se confirmaba partido a partido…
La segunda fecha fue contra Gimnasia de Jujuy, en el norte, mientras “Chiche”, mi tío preparaba un pescado a la parrilla. “Boca dependía de Guillermo y Palermo” decían y ellos eran los goleadores. Seguirían el partido contra Argentinos donde Riquelme se vistió de Martín y de Román; el empate trabajoso frente a GELP, donde Riquelme clavó el 1 a 1 con un golazo; pasaron las atajadas de un Abbondancieri (en ese momento se escribía así), que reemplazaba a Córdoba, frente a Huracán y Houseman, obnubilado con nuestro 10, que clavaba el 1 a 0; la victoria frente a Belgrano en un Amalfitani embarrado, con la “sociedad Riquelme – Palermo” que seguía dando sus frutos.
Habían pasado seis partidos. Sólo un gol en contra.
El baile
El 10 de abril, Boca visitaba a Newell’s, por la séptima fecha. Era un sábado por la noche, fresco y lluvioso y las milanesas a la napolitana, que comimos con “Benja”, completaban un banquete de festejo y delirio. Boca, después de mucho insistir, llegaba a la victoria. Palermo fue héroe y villano, al meter un nucazo luego de un centro de Cagna. Festeo desmedido bajándose los pantalones, y hacer un paso de bailarina de cabaret. ¿Resultado? Expulsado.
Volver a La Bombonera sin Palermo y frente a Racing preocupaba, pero no a Bianchi. Carlos en esos años les hizo creer y demostró a los suplentes, que eran igual de importantes que los titulares. En la previa el baile de las porristas, en el partido el baile a la Academia. 4 a 0, con un Barijho endemoniado, que festejaba reconociendo la confianza de Bianchi.
Boca era una máquina, como declaraba Maradona, que iba a paso firme. Y cuando se resbalaba, le pegaba con las dos piernas y entraba. Así pasaba contra Platense y el penal de Palermo, que lo tuvo que validar International Goal días después. Pero ya era una fija que ese equipo ganaba y seguía buscando más. Por eso Arruabarrena aparecía como goleador.
Cuatro días más tarde, el 28 de abril, llegaba uno de los partidos más complicados. Fue contra Colón de Santa Fe, que puso en jaque el invicto y el andar victorioso. “Bichi” se hizo Fuertes entre los centrales para el 0 – 1. Boca fue buscando, hasta que el salvador Palermo apareció, cuando faltaban ocho minutos para el final. Locura con ese gol y tranquilidad del técnico, para pedir respeto por el fútbol a los periodistas, que hablaban de que ya estaba todo terminado y que los árbitros favorecían al equipo. Cualquiera le puede ganar a Boca decía, pero no parecía.
Y no parecía por lo que hacía a medida que el torneo seguía su camino. La próxima estación era Liniers, por la fecha 11. Boca aprovechaba las chances que Velez no, Palermo metía las que sus delanteros no. La pelota lo buscaba a él entre un mar de piernas para el primer gol, para abrir el partido y más con su cabezazo para el 2 a 0. Al partido lo cerraba Riquelme, que dejaba parado al arquero con un hermoso tiro libre. Y Boca quedaba bien parado para lo que venía. “Clásicos son clásicos y ellos saben lo que pasa”, decía Bermúdez al final.
Llegaba la fecha 12. Sólo dos goles en contra.
Ganar con la camiseta
El 9 de mayo, fue el día de un Super clásico atípico, que merecería una nota propia. Partido que desde el vamos empezaba mal para Boca, cuando a los 6 minutos se lesiona el “Pato”. El début era para Cristian Muñoz, que vestía de elegante negro con el número 25 en la espalda. Se nos haría carne la frase de toda la tarde: “Salva el pibe Muñoz”.
A los 18 minutos el lesionado fue Serna, que dejaba la cancha por Pereda. El panorama pintaba opaco y en “Punto Banana” de Villa María, el pibe de River que estaba a mi lado festejaba cada lesión como un gol. Y a nosotros nos dolía más que si la pelota de ellos tocaba la red.
A los 21 minutos, el primer gran desahogo, luego de un tiro libre de Román, que peinaba el Guille, cabeceaba Samuel metiéndola para que llegara Bermúdez y el “pantalonazo” para empujar la pelota en la línea. Avalancha, locura, un poco de paz, hasta que 20 minutos más tarde echaban al goleador. La ecuación daba mal por todos lados.
Además, en el segundo tiempo, de nuevo a los 6 minutos Netto empataba de penal. Le rompía el arco a Muñoz y era la única forma de quebrantarlo. Ahí todo el mundo decía “ya está”, lo dan vuelta. El pibe de River me gritaba el gol en la cara y el panorama pintaba peor.
Había que aguantar y así lo hizo Palermo, a los 55 minutos, cuando Araujo tiraba la recaudación de ese partido, cuando Muoz sacaba del área, peinaba Cagna y Berizzo no le podía ganar. La bajó, media vuelta y a cobrar. Media vuelta y gol a Bonano, que se estiraba y no llegaba. Golazo de un Palermo que se estiraba la camiseta, para que la vierna bien y que se tiraba contra los carteles en el festejo. Y todos nos tirábamos con él, a la ilusion y a la locura.
Astrada se iría expulsado y Muñoz se iría como la gran figura, Palermo como el héroe y Boca a seis partidos en el historial, para terminar el siglo arriba de ellos.
Pasaba la histórica fecha 12. A boca sólo le habían anotado tres goles.
La locura
Seis díaas pasaron para ver uno de los mejores tiros libres de la historia de Riquelme. En la fecha 13, La Plata recibía a Boca, en el estadio de Estudiantes. Partido jodido, trabado que lo aclaró Román, faltando cuatro minutos cuando la clavó en el ángulo. Bossio no pudo hacer nada. Nadie habría podido.
El empate de ellos llegó por un jugador que después conoceríamos. Bruno Giménez, que después cambiaría su apellido a Marioni.
Boca ya se sentía campeón y los rivales también lo sentían. Por eso la fecha siguiente, Ruggeri abrió el paraguas no sólo para no recibir de todo, si no esperando lo que pasaría. Boca le ganaba a San Lorenzo y se encaminaba al bicampeonato.
Para ese entonces el “Pibe” Muñoz ya se había convertido en el “Tigre”. Y para los 25 minutos Boca ya iba 2 a 0, gracias a dos centros. El primero de Riquelme a la cabeza de Samuel. El segundo de Palermo… a la red.
Passet no lo podía creer. Nosotros tampoco. Menos los plateístas que querían festejar, pero más preocupados estaban en sostener a Martín, que se paró en los carteles.
Palermo erraba un penal, Guillermo no su chance y 3 a 0, tranquilo, para viajar a Córdoba y enfrentar al Talleres de Gareca. Equipo duro, bajo el sol cordobes, que empezó a ser testigo de la historia viva. De lo increíble, de lo incosneguible: el 0 a 0, igualaba el récord del equipo de José de Racing, con 39 partidos invictos.
El miércoles 2 de junio, por la fecha 16, Boca ya era casi campeón y era el dueño absoluto del invicto a nivel profesional. Con gol de Bermúdez le ganó a Central, logró el récord y se sentó a esperar la coronación.
La misma llegó cuatro días después en Avellaneda, cuando dejó el invicto pero tomó un bicampeonato merecido. Fue 0 4, contra un Independiente que se despachó, pero no pudo impedir que Boca volviese a dar la vuelta en su cara.
Fiesta rara, pero fiesta al fin, de un equipo imborrable, inolvidable, único e irrepetible.
La fiesta de punta a punta
Después de la fecha 17, Boca festejó contra Lanús en un 4 a 1, donde la gente se encargó de festejar luego de la paliza en Avellaneda. Fue un partido más para agradecer por lo que se había logrado, que para estar nerviosos por el resultado. Se había acabado el invicto, pero no las ganas de ganar…
La última fecha de este torneo tan raro, tuvo también un condimento especial. Un jugador que debutó, marcó un gol y fue vendido. Hablamos de Coloccini, quien luego de jugar tres amistosos llegó a Milan. Pero ayudó para terminar sin derrota ese torneo, en Santa Fe.
Hay algo que no sabemos si todos conocen: Boca recaudó por sus partidos en el Clausura 99 la suma de $ 6.427.049. Casi lo mismo que todos los demás encuentros del torneo (que superaron los 7 millones).
Y eso también lo hizo novedoso, pero no raro. La gente casi iguala la campaña de socios de 1981. La gente estaba feliz, con un equipo que la representaba. Con el récord en la espalda, con los caudillos en la cancha, con el sabio desde afuera indicando. Con la mística que revivía, con la pasión que tenía su justicia. Con el fin del siglo sonriendo, deparando cosas más acordes a uestra historia. Siendo dos veces campeón, creyendo que era todo…
En una nota, luego del Bicampeonato Carlos Bianchi cantaba una canción en francés que decía: “Y ahora qu voy a hacer yo”. Yo no te lo puedo decir… le respondía al periodistas. Ni él, ni nosotros sabíamos que lo que iba a hacer, luego de este bicampeonato del que ya pasaron 20 años, era hacernos gigantes.