Antes de hacer cualquier análisis sobre el importantísimo triunfo de Boca contra Vélez, hay que decir que el Xeneize no jugó bien. De ninguna manera, el resultado podrá tapar la mala performance colectiva frente al Fortín, que se plantó en la Bombonera y complicó más de la cuenta.

El Boca del “Negro” Ibarra no luce ni tiene un fútbol total. Tampoco se destaca por mostrar una idea futbolística que llene los ojos de propios y extraños. Sin embargo, va al frente en momentos determinantes, asume la responsabilidad, no le escapa a la presión y pone en duda el significado de “crisis”, una palabra bastante utilizada en ciertos lugares para describir lo que ocurre en el club más popular del país.

Los puños apretados y el beso al escudo del Toro Morales después del gol ante el Fortín reflejan lo que es este Boca, un equipo al que no le sobra demasiada creatividad para imponer condiciones, pero que tiene un corazón enorme para no darse por vencido ni aún vencido.

Aquella derrota 0-3 en Paraná vs. Patronato, rival que en los últimos días sacó alguna que otra sonrisa, marcó un antes y un después. Porque con estos colores se puede tener un mal día, ganar o perder, pero mostrarse entregado nunca será una opción. Lo que vino después fue todo para mejor: el triunfo Superclásico, la remontada ante los tucumanos, el grito del final en Lanús, el desahogo de esta noche y más.

Quedan 15 puntos en juego y Boca depende de sí mismo para lograr el máximo objetivo. La gente se fue contenta una vez más del Alberto J. Armando y comenzará la semana laboral con una sonrisa. Lo que a otros les falta, acá abunda: coraje para dejar en claro que Boca, por más pibes que tenga en cancha, nunca teme luchar. Sobran motivos para confiar.