“Che Juanjo, ¿para dormir te sacas la camiseta?”, “Viejo, se te hace carne esa” me dicen los que no entienden como una persona puede estar todos los días de azul y amarillo. Las 24 horas del día respirando y viviendo Boca. Más allá de la distancia, más acá de la pasión.
Perdón que empiece con una auto referencia, pero es que me siento con un poco de autoridad, si se le puede llamar así, para escribir. Mejor dicho para escribirle a él. Porque todos tenemos un poco de él. Porque todos los bosteros somos hinchas de nosotros mismos. Eso no pasa en ningún otro lugar. Todos tenemos un poco de sangre italiana que corre con la fuerza de los goles por las venas.
Ahora bien, Boca, sangre italiana, hincha de hinchas dan como resultado al “Tano” Pascual. Ese viejo lindo y loco que andaba por los entrenamientos de Casa Amarilla. De “su” Casa Amarilla.
Pascual da Angelo llegó a la Argentina en 1947 y como no podía ser de otra manera se enamoró de los colores y de lo que es Boca. Hincha de ley, pocos saben lo que es eso, como nadie, el Tano se fue adentrando en el corazón de los jugadores y los hinchas.
Ese viejo que amaba a Boca como a su mamá. La mama (léase en tano), como él, que mezclaba de la mejor forma su raíz con el castellano que tal vez le costó aprender. Aunque el gol sea universal y no hace falta de gentilicios para entender como decía, que la Hinchada de Boca es la número uno en todo el mundo.
A medida que voy escribiendo esto, me agarra una angustia que no estaba preparada. Y una bronca por no sacarme una foto cuando lo vi allá en 2007. La angustia se explica o me la explica un amigo que me dice: “Lo que pasa es que el Tano era uno de nosotros. Bah, el Tano era Boca”. Ahí una suerte de envidia me invade, porque todos queremos ser como él. Por más que la historia nos tiene guardado a cada uno un lugar. Vaya uno a saber que nos tocará. Lo que sabemos que el Tano es historia viva de Boca, de nuestro Boca. Ese Boca que emociona como la voz de él.
Porque la voz del Tano emocionaba. Tanto que hasta el “Coco” Basile se veía con la voz cortada cuando lo encontraba. Y emociona sí. ¿Cómo no va a emocionar el Tano? Si cuando pude conocerlo a Riquelme cuando volvió a Boca, mi primera imagen fue al Tano hablándole. Román se bajó de su auto y se quedó hablando. “Román te pido la Copa. Por favor quiero la Copa antes de morirme” decía el Tano y se le caía una lágrima. Yo lo vi. Nadie me lo contó. Yo vi como Riquelme le decía “Quedate tranquilo que vamos a ser Campeones”. “Por favor” suplicaba el Tano, como si fuese un nene que le pide a la madre un chupetín. Con esa eterna inocencia que hacía que quisiéramos que fuese nuestro abuelo. “Te lo prometo” decía Román. La historia la conocemos todos, pero no esta historia que me tuvo como único testigo. Es que Román le prometía al Tano, pero pensando lo que me dijo mi amigo le prometía a Boca. O al Tano. O a Boca. Es lo mismo.
No hace falta buscar demasiadas cosas del Tano. Todos sabemos quien es. Quien fue, quien va a ser. Todos lo vimos alguna vez con su campera con las firmas de los jugadores como si fueran tatuajes. Tatuajes del alma que sólo él podía lograr. Todos los vimos a él gritando mientras se iba de Casa Amarilla “Viva Boca”, por más que no hubiese nadie para responderle. Todos lo conocimos, mucho o poco pero lo hicimos.
Hoy se fue uno de los hinchas más famosos de este Boca que no olvida sus raíces y que continúa teniendo estos tipos que aman a la camiseta. Porque esto es amor. No como muchos que dicen ser de Boca y después curran con el Club. Este tipo nunca pidió nada. Sólo alegrías al corazón. “Qué absurdo” dirá usted. Yo le digo que el amor tiene mucho de absurdo. Yo le digo como Alejandro Dolina –bostero también- , que “el amor es el precio que pagamos por ser mortales”. Y qué dicha Tano de haber pagado ese precio, de esa forma. Sin dejarte ni un poco para vos. Pagándolo de sopetón así, todo por Boca. Porque sos uno de los nuestros.
Hace algunos días José Pablo Feinmann en un programa comentaba que “somos finitos. Somos mortales que sabemos que vamos a morir. Nos preguntamos por el sentido de la vida y por ende el sentido de la muerte. Vivo en este momento, pero sé que en algún momento voy a dejar de vivir, y tengo que sobrellevar la vida con esa certeza dolorosa. Esa película que nos tiene como protagonistas y sabemos que termina mal. Una película norteamericana sin final feliz porque el muchacho muere”.
Tu película tuvo ese final Tano. Pero qué buena trama. Qué hermosa película azul y oro que tuviste y nos regalaste…
Allá arriba, o donde sea, te espera La Raulito para seguir alentando…