Sí, a esta altura todos sabemos que el paso de Boca por Rosario fue para el olvido y que al equipo no se le cayó una idea. Jamás pudo imponer condiciones teniendo jugando 11 vs. 10, no mostró la rebeldía de otras veces cuando estuvo abajo en el resultado y encima erró las poquitas que generó.
También tenemos en claro que los cambios del técnico no funcionaron: Luis Advíncula quedó expuesto cuando pasó de marcador central, Cristian Medina estuvo incómodo como lateral y Sebastián Villa volvió a mostrarse irregular a la hora de terminar los ataques. Puede pasar, es fútbol.
Por supuesto que nadie, sobre todo las madres xeneizes, querían terminar el domingo con un 0-2 en contra. Pero quizá el tropezón en el Coloso, que le puso fin a un invicto de 15 partidos, llega en el momento justo. A veces, un cachetazo a tiempo te despierta y, en este caso, sirve para recordar que nada está definido hasta que se define.
Desde aquel bendito 3 de abril de 1905, Boca jamás se escondió ni le esquivó a la presión. Ganó muchas batallas que aún son recordadas, perdió algunas otras porque también es parte de esto, pero siempre puso el pecho. Eso de andar con temor por ahí no va de la mano con estos colores. Por eso, la única manera de encarar estas dos fechas que quedan es apretar el puño, levantar la cabeza y tararear 24×7 el viejo y querido “¡con los huevos del equipo, con los huevos de la hinchada, dale Boca que vamos a ganar!”.