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Recuerdo
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Cuando nadie creyó en el Campeón…

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, 40 años de la Primera Copa Intercontinental.

Cuando nadie creyó en el Campeón…
Cuando nadie creyó en el Campeón…

En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, 40 años de la Primera Copa Intercontinental.

Todo comenzó el 21 de marzo de 1978, cuando se empató de local con Borussia Mönchengladbach 2 a 2. Después del pitazo final, nadie creía en Boca Juniors.

En realidad, todo había comenzado antes. Con las atajadas de Gatti en el Estadio Centenario de Montevideo, para conquistar por primera vez América. Y con la negativa del campeón europeo Liverpool de jugar la final, argumentando problemas de calendario, dándole el derecho al equipo alemán. Uno de los mejores de la época, que tenía entre sus filas a jugadores como Verty Vogts, un referente de la selección teutona.

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El primer partido debía jugarse de local y el segundo, pero con cinco meses de diferencia, en Alemania. Nadie chistó. Y así la edición N°17 de la Copa Intercontinenal, empezaba a tomar forma.  Todo lo contrario a la desgracia. Empezaba así, a armarse la mística copera azul y oro…

La mitad de la gloria

“Fue el gol más importante que hice porque sirvió para el empate y nos permitió ir a Alemania con más aire” le dijo a Planeta Boca Juniors, Jorge Ribolzi. El “Ruso” en esa noche de marzo, empató un partido que había empezado bien y se había convertido en malo para Boca, luego de que Hannes y Bonhof dieran vuelta la ventaja que había dado Mastrángelo. Fue la noche que Boca jugó por primera vez con nombres de jugadores en las camisetas, y la noche que quedó pálida, cuando el italiano pitó el final y la gente despedía a Santos; Sa y Bordón; Pernía, Suñé y Mouzo; Mastrángelo, Benítez, Pavón, Zanabria y Salinas; y a los reemplazantes Ribolzi y Álvarez con gran preocupación. Lo único que sacaba risas era Cassius, un caniche negro que se convertiría en el dato de color y la mascota del plantel. Pero también fue la noche en que el “Toto” Lorenzo empezó a diagramar la vuelta…

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El gran estratega

Era un año difícil de explicar. Mientras en Argentina todo el mundo estaba pendiente del Mundial, que tapaba todo lo que estaba haciendo la Dictadura, pero le daba una alegría al país, lorenzo estaba armando la final. Esa selección no tenía un solo jugador de Boca, que peleaba palmo a palmo el metropolitano con Quilmes. El Mundo Boca estaba pendiente de agosto, para ver si a nivel clubes podía tener la misma dicha que a el país a nivel selección. Y el técnico también: “Nadie creía en nosotros. Yo mandé a un integrante del cuerpo técnico que se hizo pasar por alemán para que espiara durante un mes la pretemporada del Borussia”, reconocía meses más tarde Juan Carlos Lorenzo.

Alejandro Dolina, dijo alguna vez, que este equipo era como el de Simeone, con jugadores emblemáticos como Mouzo con su polenta y nobleza y además con jugadores con clase, como Zanabria y Benítez. Por eso hasta Alberto J. Armando se mostró sorprendido por los cambios que había anunciado el “Toto” y más anunciando que sacaba a dos “emblemáticos”. Pero el espía enviado había servido y permitió sacar conclusiones. “Sabíamos que iban a estar duros y que debía poner en cancha un equipo rápido”, decía el entrenador y tomaba la decisión de sacar a Sá y Mouzo. Para tener jugadores rápidos frente a un equipo que estaba lento por la pretemporada, puso a Bordón y Tesare.

El otro cambio que hizo fue pedir que las camisetas de los jugadores no llevaran sus nombres. No quería que volviera a pasar lo de la primera final, como todo buen cabulero…

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Esperando el milagro

Nadie creía en Boca. De hecho el partido no se televisó y casi no fueron periodistas a cubrirlo. Todos pegados a las radios, para ver si se podía dar el milagro. Porque hasta el más optimista de los bosteros, tenía un poco de cagazo.

Los que sí creían en el técnico y en ellos mismos eran los jugadores que salieron a la cancha: Hugo Gatti, Vicente Pernía, José Luis Tesare, Miguel Ángel Bordón, José María Suárez, Mario Zanabria, Rubén Suñé, Carlos Salinas, Ernesto Mastrángelo, José Luis Saldaño y Luis Darío Felman.

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Creían porque el Chapa Suñé estuvo practicando quince días pases cruzados a Felman, porque Pernía maltrató a  Simmonssen en las dos primeras jugadas, para demostrar cómo iba a luchar.

el centrodelantero sabía cuál era su trabajo. “A Saldaño lo preparé para que pelee con el 2 y el 6. Terminó el primer tiempo y me trajo un pedazo de camiseta de ello y, me dijo ‘cumplí’”, contaría el “Toto” a la televisión.

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Porque a los dos minutos -como pasaría unos años más tarde en otra Intercontinental – se abrió el marcador, gracias a Felman y fue el primer golpe al equipo local.

Creían porque ese equipo “tenía velocidad, gol y un público que esperaba un triunfo importante”, porque estaba Mastrángelo que “cuando le quedaba una pelota de gol, era difícil que le errara”. Y así, con una frialdad envidiable, a los 33 minutos llegaba el segundo gol, como si estuvieran en un entrenamiento.

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Porque había jugadores que sabían transmitir la garra como Suñé y Salinas, que entendía que en el banco estaban nerviosos “porque no es fácil jugar fuera de casa y con la obligación de ganar”, pero así y todo metió el lapidario 3 a 0, dos minutos después que “el” Heber.

Porque el Borussia nunca se entregó pero teníamos a Gatti que paró una pelota con el pecho y tuvo otras atajadas importantes.

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Creían porque nadie creía en Boca. Porque había que hacerse fuertes desde abajo, frente a las críticas, aun país que nos daba por perdidos y frente a los europeos que ya se creían ganadores. Porque las radios estaban con todo el volumen, para que se escucharan los goles. Porque había un conductor que estaba en ventaja al resto, un “técnico piola en el país de los piolas”, porque tenía ídolos que sabían lo que era esa Copa. Porque sabían que iban a ser campeones sin ningún jugador seleccionado para la albiceleste.

Creyeron en ellos mismos y en la bandera azul y oro que en Europa tremoló y en ser estandartes de que siguiera siendo “enseña vencedora donde quiera que luchó”. Creyeron en golear y ser -como siempre- los primeros en lograr cosas importantes. Creyeron en Boca, en su gente y en ellos mismos que iban ganando 3 a 0 en el primer tiempo. Y en el segundo se dedicaron a empezar a gozar y festejar. Creyeron, porque hace 40 años, nadie creía en el Campeón del Mundo.

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