En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, el 40° aniversario de la primera Copa Libertadores.

Hace seis años, sentado en “La Pasiva” en plena 18 de julio, en el corazón de Montevideo pude tener una de esas caricias al cuore, que da Boca. Estaba en la barra, con mi camisa del Xentenario a barras o a líneas. “Che, esa camisa de preso ¿es de Boca?” me preguntó el mozo, detrás de la madera. Fue la pausa de la ingesta, de mi “chivito uruguayo”, para poder responder –medio atragantado – “Sí, sí”.

Me acuerdo que de golpe los pocos ruidos de afuera, se silenciaron. En la tele se veía un ex presidente de un club de una categoría menor, que provocó un chiste por esa situación, de parte del que tenía el delantal manchado. Fue la segunda interacción, antes de que me dijera: “Bienvenido a Montevideo, bostero. Seguro que sabes que acá ganaron su primera Libertadores ¿no?”. Ante mi respuesta afirmativa, sonrió y me dijo: “Ja, yo estuve ahí ese día”…

De golpe una amistad nueva y rara, pareció formarse. Una complicidad de recuerdos compartidos –por él vividos, por mí leídos y deseados- se conformó en una charla sin tiempos, pero sí con un espacio certero y necesario. Boca y Uruguay. La mística azul y oro, que nacía del otro lado del charco, en una tierra tan histórica de logros y epopeyas…

14 de septiembre

1977 había comenzado bastante duro, no solamente en las canchas sino en la vida del país. Los peores años estaban en su auge y el fútbol podía ser la única escapatoria, a tanta violencia. Pero, pese a eso, la cantidad de asistentes a los partidos había bajado enormemente. Los dueños del miedo, no querían reuniones en espacios públicos. Lo que se veía y oía, muchas veces era a partir de los periodistas afines a la Junta. Es que un año más tarde se jugaría el Mundial y parecía –o convenía- que solo se hablara de eso.

En esos años Boca se puso como principal objetivo la Copa Libertadores, bajo la tutela de Alberto J. Armando y de la mano del “Toto” Lorenzo, al que buscaron u año antes, para armar un equipo que ganara. El creador del “Deportivo Ganar Siempre”, lo supo desde el principio, por eso no le temblaba el pulso para mandar al Colón, a quienes criticaban las formas, ya en aquel tiempo.

Boca venía de perder la final contra el Santos en 1963, cuando Pelé y los suyos eran invencibles. De quedar eliminados frente a los primos e Independiente a mediados de los ’60, sufrir una eliminación por una mano gallina a principios de los ’70… La obsesión por cada edición del máximo trofeo Continental, podría cumplirse luego de tanto esperar.

Para llegar a esta fecha, la historia no fue fácil. Fueron seis partidos de la fase inicial, cuatro de semifinales y tres finales. El camino comenzó el 09/03 cuando Roberto Mouzo batió a Fillol, luego de que le atajara un penal. Sí, el inicio fue ganándole a River. Un penal comenzaba todo, un penal terminaría todo…

Peñarol y Defensor de Uruguay completaban el grupo. Deportivo Cali y Libertad de Paraguay, eran los del grupo de semifinales. Cruzeiro, el actual campeón, era el finalista. Sí. Se comenzó con el subcampeón del ’76 y se terminó con el ganador de la anterior edición. Allí, comenzaba el coro a cantar “la copa que perdieron las gashinas…”

La primera final se jugó el 06/09, en cancha de Boca, y ganó el “Xeneize” con gol de “Toti” Veglio, a los 4’. La revancha fue cuatro días más tarde, en el Mineirao, donde a 13’ del final, Nelinho alargaba la espera. La definición sería en un escenario neutral.

El Estadio Centenario, llamado así por haberse hecho en los 100 años del Uruguay, para el Mundial de 1930 fue el lugar. Allí, donde se comenta que Argentina iba ganando la primera final y que se lo dieron vuelta, luego de algunas amenazas, la mitad más uno del país país festejaría 47 años más tarde.

La final

La idea de afianzar a Boca a nivel mundial, debía esperar un poco más. Los nervios de Armando fueron los mismos de todos los hinchas. Porque la fecha original para jugar la tercera y última final, era el 13. El martes 13. Pero el plateado de la Copa, se perdía entre la espesa neblina que bajaba a la capital uruguaya. los dirigentes de entonces decidieron que para conocer al campeón, debían esperar un día más.

La decisión fue bien recibida para los nuestros, que terminaron de colmar los buques –primero- y luego el Estadio. Literalmente 10.000 hinchas más, se sumaron a una caravana azul y oro, en la tierra de Artigas.

El primer tiempo se pudo ver poco y nada. No había cambiado mucho del día anterior, el efecto climático. Encima Boca jugó con una camiseta totalmente blanca. Eso empeoraba la poca visión de los que estaban en las tribunas. Cuentan que Boca fue –un poco- superior a los de azul. Pero de todos modos, el 0 a 0 no se movió. Ni siquiera en el suplementario. Cuando el árbitro venezolano Llobregat pitó el final, los penales se presentaron por primera vez en nuestra historia.

El mismo árbitro había prohibido el ingreso de los cuerpos técnicos. Como hiciera Bianchi en su momento, con un ayudante y un famoso papelito, esta vez Juan Carlos Lorenzo agarró una lapicera, un papel e hizo que un alcanzapelotas, le llevara un mensaje al capitán Rubén Suñé. Allí estaban los indicados a patear y la orden de que lo hicieran “abajo”.

 

El primero que pateó en Boca, fue el mismo que empezó pateando en el camino. Mouzo reventó el poste, pero como el arquero Raúl se adelantó, lo hizo patear de nuevo. Gol de Boca.

Los primeros cuatro penales del Cruzeiro fueron convertidos. Los ejecutantes habían sido: Darci Menezes, Neca, Moraes y Livio. En Boca había pasado lo mismo con las conversiones del “eterno 6”, Tesare, Zanabria y Pernía. El quinto penal le tocó a Felman, quien pateó cruzado y a media altura, a la derecha del arquero, que se tiró a la otra punta. Todo embarrado volvió trotando a la mitad de la cancha, para ver como Vanderley iba caminando a acomodar la pelota.

El zurdo se paró derecho a la pelota. Corrió y se escuchó a José María Muñoz –luego de hacer comentarios xenófobos contra el jugador – gritando ¡Atajó Gatti!… ¡Boca Campeón de América! ¡Boca!….

El festejo

Gattí diría que fue el destino, porque la pelota le pegó a él y no que lo atajó. Las lágrimas hacían ver poco, como la neblina. El festejo fue continuado, casi por los siglos de los siglos. Boca de blanco y una mezcla de colores que conjugaban barro y transpiración, daba la vuelta en el Centenario. En una y otra orilla todo era azul y oro. En el cielo glorioso, se encendía la estrella más esperada. El Gráfico titulaba, “Boca con la Copa que busco tanto”. El vestuario inmortalizado con la foto del “Toto” y Gatti en toallón con la Copa.

Los abrazos eran interminables, las voces roncas seguían gritando. Era Boca para toda América, era lo que tanto soñamos siempre. Era la revancha de perder contra los de blanco, ahora vestidos como ellos. Era ser Boca en tierras charrúas. Era mostrar nuestra garra, nuestra fuerza. Era la bandera en lo más alto, los miles de hinchas que habían viajado, los millones que se habína quedado acá escuchando. Era el “Beto” Márcico desde la tribuna alentando. Era la azul y oro, siempre en todas las canchas copando.

Era empezar a ser más nosotros que nunca. Era la gloria asegurada, la chapita en la base de la Copa. Las palabras en el vestuario de que “hinchada que tiene Boca contagia algo que es inexplicable. Uno tiene el deber de dar todo por ella” del “Loco”. Era ser el primer club de Capital Federal en lograr el objetivo. Empezar a poner al Barrio, en el lugar que merecía. En demostrar que las primera e importantes las ganaría Boca. Que no nos tirarían, ninguna gallina para cargarnos. Fue la primera final de tantas frente a brasileros. Empezar a ganarnos el respeto. Fue el comienzo de la gloria máxima, indiscutible. De la llama eterna, de la emoción latente, del sueño escondido en ferrys, en barcos, en Oviedo, Carballo, Tesare, Suárez, Bernabitti, Ortiz, Rodríguez, Mouzo, Mastrángelo, Zanabria, Pernía, Gatti, Suñé, Tarantini, Felman, Sá, Benítez, Veglio, Pavón, Ribolzi, para cumplirlo cruzando el Río. Fue… Cuando nació la mística.

 

Hace seis años, sentado en “La Pasiva” en plena 18 de julio, en el corazón de Montevideo el mozo me contó todo esto, desde su recuerdo uruguayo. De golpe una amistad nueva y rara, pareció formarse. Una complicidad de recuerdos compartidos –por él vividos, por mí leídos y deseados- se conformó en una charla sin tiempos, pero sí con un espacio certero y necesario. Boca y Uruguay, unidos en ese 14 de septiembre -día en que nació Severino Varela, también-, para que pudiera darme una de esas caricias al cuore, que da Boca.