Luciano Monzón no supo demostrar sus valores como lateral izquierdo y cumplió una irregular actuación en el partido de ayer.
Asomó allá, por el 2008. Ischia lo hizo debutar en un partido de verano frente a Independiente. Cautivó al entrenador por su velocidad, el ida y vuelta, y su buena pegada. Entre el Clausura y la Copa Libertadores de ese año, disputó veinte encuentros.
Fue cedido al Real Betis en el que jugó un año y convirtió dos tantos. Sin embargo, como alternó titularidad con suplencia y jamás se afianzó, el equipo español no hizo uso de la opción de compra que rondaba los 6,5 millones de euros.
Muchos llegaron a decir que sería el nuevo lateral de la Selección: ganó la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Beijing, de la mano de Batista. Sin embargo, Monzón siempre fue una promesa, jamás dio un salto de calidad, nunca explotó.
Volvió a Boca en el 2009 y me animaría a decir que no fue el mismo que se había ido un año antes. No se mostró como ese lateral puro, con ese ida y vuelta característico, quizás, del fútbol brasilero.
Ayer fue uno de sus peores partidos. No pasó al ataque cuando la jugada lo pedía, no desbordó, perdió mucho la marca de los puntas de Lanus y recibió varios retos de Riquelme para que se adelantara en su carril. Ahora lo único que resta por averiguar, es una incógnita: ¿por qué es convocado al Seleccionado local?. La respuesta “No hay otro lateral”, no la acepto.