Cuando Dios y el Diablo se juntaron
Cuenta la historia que sólo una vez se juntaron Dios y el Diablo
a distraerse un rato.
Cuando pasa eso el resultado es una maravilla.
Fue un 22 de junio de hace 35 años.
Dos locos, a su manera, que se juntaron a
hacer lo que nunca habían hecho. Eso era la gracia, para ambos.
Entonces acordaron algo:
-Vamos a jugar con números.
El Diablo fue un poco más allá, dijo de jugar con personas como si fuesen dígitos.
-Pero para hacerlo mejor, elijamos un lugar con mucha gente.
El de blanco dijo: “Ya sé, un estadio”
Buscaron un lugar donde pasara algo fuera de lo común y el mapa los llevó a tierras aztecas.
Tomaron tequila en el mediodía mexicano, que con el calor les empezó a hacer efecto, cuando un petiso vestido de azul y un “diez” plateado en la espalda les llamó la atención, les robó el aliento.
Cuando se dieron cuenta de quién era, los dos se abrazaron emocionados.
-Este era el pibe del que me hablaron.
– Juega como yo – dijo Dios entre lágrimas.
Pero el Diablo corrigió: -Querrás decir mejor que vos.
-Bueno bueno, tenés razón…
– ¡Sintámonos mortales un rato! Nos metamos en su cuerpo – gritaron. -Hagamos que meta goles – se dijeron.
-Que la gente crea en el destino por un momento y veamos qué pasa en la historia – dijo el Diablo.
Y Dios que estaba medio en pedo tiró: -Pero de la forma que cada uno lo haría si estuviese jugando.
Tanto les gustó la idea que quisieron ponerle más originalidad:
-¡Ya sé! – dijo Satanás – cambiemos nuestros roles por un rato.
-Yo empiezo – dijo Dios
– ¡Mirá lo que juega, parece un demonio! ¿Es real este muchacho?
– ¿Y cómo lo hacemos, cuándo sabremos cuándo hay que anotar?- Dijo el otro.
-Mirá Lucifer, van 51 minutos del partido, 5+1 es 6, tu número querido Diablo.
Voy a jugarle a ese en esta ruleta de fútbol, para que les meta el “perro” en como en la quiniela, para que les duela la trampa y que los que siempre están vencidos salten festejando.
Voy a hacer que meta un Gol con la mano -dijo Dios ya emocionado.
– ¡Eso es imposible! – contestó el Diablo – Mirá la cantidad de gente que hay, son miles – vociferó, pero el Barba lo calmó.
-No te preocupes que tapo los ojos del árbitro con una mano.
-¿Y con la otra? – preguntó el de rojo.
-Se la presto para que meta la pelota y salga corriendo rápido a festejarlo. –
Pero es mucho más bajo que el arquero, no va a poder – confirmaba el que tenía el tridente en la mano.
-¿Cómo que no va a poder? ¿Vos viste de dónde salió y a dónde llegó este marciano? Este pibe no sabe de imposibles, será Altísimo como yo, rompe con la lógica, es oro puro saliendo del barro. Fue deseo mío que crezca y sobreviva en la humilde expresión.
-Te pusiste poético – le retrucó.
-Shhh, eso será parte de una canción.
-Ahora mirá atento lo que le hago hacer. Esta será la única prueba fiable de mi existencia, como escribirá un uruguayo alguna vez. Para vengar a los pibes que quedaron en Malvinas, para robarle a los piratas que nos quisieron invadir tantas veces, para que los de abajo lleguen con él bien arriba, con mi número favorito en lo alto. Por eso lo hago saltar tanto y darle un puño a la muerte. Por eso lo convierto en mago, ocultándole al público y verlos delirando. Me gusta la justicia, que le robe a quienes han robado. Y le devuelva al pueblo una pizca de felicidad, algo que no tiene hace tiempo.
Por esto no tendrá cien anuarios de perdón, eso es poco. Lo perdonaremos por mil años-.
El diablo celoso no aguantó tanta euforia y hermosa trampa. Estaba perdiendo, quería hacer algo a la altura de las circunstancias.
-¡Ja! Te voy a ganar en ésta, querido.
-No creo – respondió el de la sotana.
-Mirá, van 55 minutos. 5 + 5 da 10, la perfección, tu número favorito.
-Así es. Pero es el cañón en la quiniela – dijo un pensativo Dios.
-Es que a veces no sólo se mata con armas, si no con el poder de la emoción. Y más a los que juegan desde el raciocinio, este ruludo les romperá la razón. Con la brujería, la belleza, el placer. Ahora me toca ser como vos, no te olvides.
-Voy a darle la mejor manera de abatir al rival, en el verde césped. A los que fundaron este bendito juego, para que sufran al que va sintiendo. Odien al que ya salió entre dos, con un paso de baile, al que va corriendo y ese llamado Reid no sabe cómo marcarlo y correrlo y se queda mirándole la historia que carga en su espalda; cómo cambia el ritmo, como quien cambia el sentido de las cosas y va para adentro, amaga una patada de tantas que ya le han dado; un defensor se apoyará en la derecha para que él siempre entienda que su camino será de zurda y enfrentará a un arquero que ya mordió el polvo una vez, pero esta -la segunda y definitiva- será peor que la primera. Será más doliente y recordada. Será inolvidable y será deseada de nunca haber pasado. Le voy a dar memoria al morocho, para que no se olvide lo que le dijo su hermano alguna vez y defina eludiendo al arquero rival…
Vas a ver belleza pura y de paso me meto en el micrófono de Víctor Hugo.
Voy a hacer poema el relato de este gol. Para que nadie se olvide, en lo que quede de tiempo, del segundo y definitorio gol. Y lo reviva cada vez que se lo vea, se lo escuche, se lo lea… se lo reproduzca.
-Se van a preguntar de qué planeta ha venido, para dejar en el camino a tanto inglés, para llorar las lágrimas de quienes perdieron seres queridos en una fría Isla, buscando respuestas que vos no diste Yahveh.
Va a ser una jugada endiablada, pese a que van a creer que sigue tu estela.
Va a ser la jugada de todos los tiempos, repetidas tantísimas veces. Va a ser eterna.
Si bailó con el gol con la mano, en una escena estilizada, ahora la hará con los pies en la tierra. Para que alguien lo bautice como el más humano de los dioses.
A Jehová no le gustó tanto la idea de compartir el trono, pero se quedó pasmado con lo que iba observando.
Entonces el diablo siguió con la jugada, para que nadie lo pudiese tirar abajo.
Le dio fuerzas a sus piernas, le dio siglos a sus años, le dio una cintura única para gambetear varias veces a la muerte, le dio el mejor pase a la red que haya existido alguna vez.
Le dio los fuckyou de los ingleses, que también fueron testigos de semejante obra de arte.
Cuando el diablo miró la cara de Dios, se dio cuenta de lo que había producido.
Había sido más de lo que había imaginado.
-No me mirés así, en una parte lo perdí y él fue el responsable de que estemos emocionados.
-Esto se nos fue de las manos – dijo un sensato Dios.
Entonces el diablo, viendo la sonrisa de Diego se sintió celoso y quiso disminuir el impacto de lo magistral, el aturdimiento del Azteca, el efecto del tequila en aquella mañana de junio del 86…
-Bueno. Hagamos algo con tu número y el mío, dividido nosotros dos – dijo el del infierno.
-Mirá que sos rebuscado, che. ¿Qué hacemos con un ocho? – preguntó el de los cielos.
-Va a pagar por ser diablo y dios al mismo tiempo. Vivirá cientos de vidas a la vez.
Además de darle estos dos goles le dimos las heridas de su cuerpo, detractores para que lo cuelguen en la cruz del Norte (por más que lo bajen los descalzos), pérdidas frente a los poderosos, el odio generalizado por mover a las masas, y el hacha para que le corten las piernas de acá a dos mundiales.
-No entiendo – dijo el de la aureola.
-El 8 en la quiniela es el incendio, querido Dios. Va a tener muchos de ellos, es el precio que pagará por ser más importante que nosotros, no podrá vivir tranquilo…
Ahí Dios sintió un poco de pena y quiso no ser tan duros con él.
-Sí, será injusto para alguien que seguirá regalando felicidad, lo sé, pero no te hagas problema que tendrá la Copa y el amor planetario – dijo el de rojo. –
No, no basta – retrucó Dios.
-¿Entonces? – preguntó el de los cuernos.
-Es Diego Armando Maradona. El mejor de todos, por esto que el mundo acaba de ver debemos darle el último regalo: Que gambetee al ocho y lo deje tirado como si fuese otro inglés.
Desde hoy y para siempre, infinito es…
Juanjo Coronell – 17:01 – 22/6/2021