A pesar de las ausencias importantes de mitad de cancha hacia adelante, el Xeneize demostró que la figura es el equipo, ganó claramente y sigue cómodo arriba.

Era una prueba de fuego para Boca la de ayer por la noche. Sin su emblema, capitán y estratega Juan Román Riquelme, y sin sus dos delanteros titulares: Darío Cvitanich y Lucas Viatri.

Pero el equipo de Julio César Falcioni calló voces que decían que se conformaría con empatar y que querían hacer creer que ganar era misión imposible. No solo el Xeneize sumó de a tres, sino que dio una muestra de templanza y fútbol (para contestar también a los que sostenían que no jugaba a nada).

Como siempre, Boca fue un conjunto sólido atrás al que prácticamente no le generaron ocasiones contra el arco de Agustín Orion, quien en sus pocas intervenciones también transmitió seguridad.

El mediocampo estuvo prolijo y preciso a la hora de distribuir la pelota y Cristian Chávez, el encargado de reemplazar al diez, puso su cuota de vértigo y, muy participativo, se erigió en una de las grandes figuras del encuentro. Pablo Mouche aportó su velocidad para desbordar y armó una muy buena jugada para el 2-0 de Nicolás Blandi.

En el centrodelantero hay que detenerse, porque llegaba con una gran mochila en sus espaldas: luego de haber perdido oportunidades claras contra Belgrano y con el lugar en su poder por la lesión de Viatri, debía reivindicarse en Santa Fe. Al minuto despilfarró una, pero sus dos perfectos cabezazos valieron su peso en oro.

Y más allá de los puntos altos individualmente, Boca ayer demostró que es un equipo y que, como tal, tiene variantes. Sin tres de sus mejores hombres jugó uno de sus mejores partidos en el campeonato y mantuvo los seis puntos de diferencia sobre sus perseguidores. Todavía falta, pero con 22 partidos invictos y solo 2 goles en contra  (un promedio de un gol recibido cada seis partidos, record para el fútbol argentino) parece que los de Falcioni caminan derecho a su objetivo.