Nosotros, los de Boca, tenemos en claro que ningún resultado o mala racha de turno pondrá en juego el amor por los colores. Pero también sabemos que los sentimientos no pueden ocultarse y la realidad es una sola: este momento nos duele.

Nos duele que se haya ido otro director técnico. Nos duele que el equipo no nos represente. Nos duele que algunos futbolistas sigan entender lo que hay en juego cada vez que se ponen la camiseta. Nos duele vernos afuera de la Libertadores. Y nos duele, sobre todo, que nuestro gran ídolo no encuentre el camino.

Riquelme, o Román, como más nos gusta llamarlo, siempre fue un faro. Desde que salió a La Bombonera ante Unión aquella tarde de 1996, pasando por el día que bailó al Real Madrid en Japón, hasta cuando se le plantó a los poderosos de turno. Sin embargo, la renuncia de Martínez lo dejó en el ojo de la tormenta, un tanto perdido y con la obligación de darle al Club lo que se merece: un proyecto serio.

Román y la gente de Boca, un amor que se fortaleció con el paso del tiempo. Foto: Getty.

Román y la gente de Boca, un amor que se fortaleció con el paso del tiempo. Foto: Getty.

Nadie puede negar cómo repuntó la vida social de la institución, lo linda que está La Bombonera, lo bien que le va al básquet y el hockey, las eliminaciones a River, los títulos obtenidos y demás. Pero el descontento es tan real como lo que marca el presidente en cada una de sus últimas apariciones públicas. El discurso ya no alcanza y la paciencia va agotándose, porque al margen del cariño hacia él, no habrá jamás algo más importante que el escudo.

La necesidad de tener un proyecto a mediano o largo plazo, para competir de igual a igual en todas las canchas, es imperiosa. Entender el rol del Consejo de Fútbol, también. Por eso, como en toda crisis hay una oportunidad, es momento de tomar las decisiones que haya que tomar, a todo nivel, y dar en el blanco.

Por la grandeza de este cuadro. Por el prestigio conseguido a lo largo de toda la historia. Por el sentimiento de los genuinos, que encuentran acá una razón de ser. Incluso por los que salieron a la calle a defender tu apellido. Por lo que soñabas en tu Don Torcuato natal. Por Boca. Ahora es cuando, Román. Todavía estás a tiempo.