Para ser jugador de fútbol se necesita muchísima voluntad, más allá de las cualidades técnicas. El acompañamiento de la familia suele ser fundamental, aunque no todos cuentan con él a la hora de tomar esa importante decisión a corta edad.
Hugo Ibarra se convirtió en ídolo de Boca a pesar de una dura frase de su padre. “La pelota no te va a dar de comer, el estudio sí“, le dijeron al Negro en su casa cuando tenía 14 años y el sueño de ser jugador. “Nosotros descuidábamos la escuela para ir a jugar a la pelota, me llevaba un par de materias y, cuando me venían a buscar los entrenadores los fines de semana, mi vieja no nos dejaba ir como castigo“, relató Ibarra en diálogo con El Gráfico en 2012.
Nacido en El Colorado, provincia de Formosa, el Negro se formó como futbolista en Colón y luego pasó a Boca donde terminó convirtiéndose en el mejor lateral derecho de la historia del club. Años más tarde fue el entrenador del primer equipo y logró otros dos títulos, aunque desde entonces no volvió a dirigir.
Los duros comienzos de la carrera de Hugo Ibarra
Hugo Ibarra nació en un pueblo de Formosa llamado El Colorado, a 150 kilómetros de la capital de la provincia. Tenía otros 9 hermanos y muchos de ellos jugaban al fútbol, que era lo que más les gustaba hacer. A pesar de que sus padres les pedían que estudien, la pelota podía más.
A los 14 años jugaba en Defensores de Formosa, un club de policías donde su hermano formaba parte. El día de su estreno ni siquiera tenía botines, pero el utilero le prestó unos y empezó a demostrar sus cualidades. “No me pudieron parar. Tiraban a tumbarme, pero era ligero y no podían. Terminó la práctica y el técnico me preguntó si quería jugar ese año en el equipo, y después me llevaba a probar a Unión”, relató Ibarra en El Gráfico.

El Negro Ibarra hizo inferiores en Colón de Santa Fe. (Archivo)
El Tatengue lo aceptó, pero al no haber pensión no podía quedarse a jugar allí. Fue por eso que decidió probarse en Colón, donde sí pudo instalarse pero no la pasó para nada bien. “Nos dieron de comer los primeros quince días y después, chau… Nunca más”, recordó el Negro.
“Teníamos que elegir almuerzo o cena, analizar si nos convenía ir con energía al entrenamiento de la tarde o aguantar y saciar el hambre después de la práctica”, agregó. Además, recordó que tampoco había calefacción y se duchaban con agua helada en invierno.
“Muchas de las peores cosas que viví en el fútbol, las pasé ahí. Fui el único de ese grupo en llegar a Primera. Un privilegiado, porque era imposible“, reflexionó Ibarra sobre esa época.
La dura lesión que tenía Ibarra cuando llegó a Boca pero que no le impidió ser ídolo
Cuando Hugo Ibarra llegó a Boca en 1998, la revisión médica arrojó que tenía una rotura de ligamentos en una de sus rodillas. “El Doctor Batista vio mi masa muscular y se la jugó. Me dijo que haciendo una buena rehabilitación podía proteger la rodilla. Bianchi dio el ok“, recordó el Negro en diálogo con El Gráfico.
Incluso había una cláusula en su contrato que lo perjudicaba en caso de que se lesionara en sus primeros seis meses. El final es conocido: Ibarra terminó siendo ídolo de Boca y nunca tuvo que operarse a pesar de esa lesión que tenía en su rodilla.