Que Boca necesita tener una identidad futbolística y un proyecto que lo sostenga en el tiempo, más allá de lo que indiquen los resultados de turno, lo sabemos todos. Pero sería un error gravísimo detenerse solo en eso y pensar que con la llegada de un nuevo DT puede solucionarse todo.
La derrota frente a Colón, uno de los últimos equipos del campeonato, no solo expuso el mal funcionamiento colectivo, sino evidenció aún más lo que ya se viene notando hace algunas semanas: el flojísimo rendimiento individual de varios futbolistas.
El ingreso de Nicolás Figal, a falta de 10 minutos para el cierre de una noche olvidable, fue una demostración de cómo debe jugarse con la camiseta que une a millones en el mundo: mentalidad positiva, cabeza levantada para ir siempre al frente y sin tenerle miedo al error. Mirar ese mini compacto debería ser obligación.
Ojalá que el desembarco de Jorge Almirón venga lleno de éxitos y que el equipo consiga contagiar a la gente, que sin importar el día y horario dice presente. Pero para que eso pase, los que cuentan con el privilegio de jugar para Boca deberán entender que con lo hecho hasta ahora no alcanza. El prestigio y el honor de este escudo exigen un plus.