Se mueve, las pide, no se esconde, se ofrece, no se achica. Su andar, algo cansino por momentos, no refleja la garra natural con la que se podría definir a un clásico volante de Boca, pero cuando la pelota toca sus pies todo cambia.
Russo le dio la oportunidad, Almirón lo potenció en apenas pocas semanas. Sus compañeros lo buscan de manera constante dentro del campo de juego y el equipo descansa cada vez que él la tiene. La hinchada le reconoce el esfuerzo, además del talento, y empieza a regalarle ovaciones que le inflan el pecho.
Tiene apenas 20 años, pero está cerca de cumplir sus primeros 100 partidos en Primera División defendiendo los colores que representan su sentimiento. De la tribuna al pasto de La Bombonera, siempre con el mismo sentido de pertenencia por el escudo que le dio la posibilidad de ser.
Cristian Medina, uno de los mejores proyectos de las inferiores del Único Grande, al menos en los últimos años, comienza a ser una fija en el equipo titular y se impone por hacer algo que parece simple, pero no lo es: jugar bien a la pelota. Los buenos siempre adentro.