El pibe Maravilla deslumbra desde sus primeros partidos a la gente de Boca. Desde que es muy chico el comentario es “ojo con este, es un fuera de serie”. Es que no es para un jugador normal pasar de Séptima a Reserva sin escalas. Y, aunque su apellido suene hace rato, apenas tiene 18 años.
Valentín Barco firmó su contrato con la Primera División en el año 2020, cuando tenía 16 años. En el 2021 llegó su debut de la mano de Miguel Ángel Russo. Jugó tres partidos consecutivos, pero después volvió a Reserva y no tuvo más oportunidades con el primer equipo.
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Una de las primeras decisiones de Jorge Almirón apenas asumió fue ir a ver a la Reserva. Quería saber cómo estaba Valentín. Asumió un lunes y llegando a jueves, tras la derrota ante San Lorenzo, lo subió a los entrenamientos con la Primera: el Colo tuvo su chance de ser titular ante Estudiantes de La Plata, el segundo partido de la era Almirón.
No es una historia más la del pibe de Veinticinco de Mayo, Provincia de Buenos Aires. Llegó a Boca a los nueve años y lo posicionaron como lateral izquierdo. Se destacó tan rápido que llamó la atención de la Selección Argentina Sub 13, Sub 15, Sub 17 y Sub 20.
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Pero Valentín estuvo tres años sin quedar en la pensión y hacía 450 kilómetros, ida y vuelta entre Veinticinco de Mayo y Buenos Aires, en el Renault 12 de su padre.“Había veces que no teníamos nada de plata. ‘Tenemos para el gas y el peaje. Vamos y llevamos el mate’, le decía yo. ‘Sí, ma, vamos’. Ha ido hasta con fiebre a entrenar, vomitando…”, contó su madre Patricia al medio Convergencias hace un tiempo.
Ni con Sebastián Battaglia ni Hugo Ibarra tuvo oportunidades. Sufrió algunas lesiones que no le jugaron a favor, y a eso se le sumó un conflicto por su renovación contractual que terminó con final feliz: Barco tenía contrato hasta diciembre del 2023 y el Consejo de Fútbol aceptó sus condiciones y se lo extendió solo por un año más (hasta 2024).
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En medio del “conflicto contractual” apareció el Getafe de España con cuatro millones de euros y quiso llevárselo. Boca, a través de Juan Román Riquelme, fue claro: “Si él quiere, nos vamos a poner de acuerdo para venderlo. Pero si quiere quedarse, nos vamos a acomodar a sus pretenciones para renovar”. Valentín dio el primer gesto y le pidió a su entorno que acepte la oferta de Boca y decline cualquier llamado del exterior.
Fue ese sábado 15 de abril a las 19 horas cuando, justamente el “19”, jugó por la banda izquierda por primera vez frente a la gente de Boca. Y desmotró que tenía hambre y ambición para triunfar en la Primera del Xeneize. Por eso, más allá de la pálida imagen del equipo en líneas generales, Jorge Almirón decidió apostar por él en Copa Libertadores.
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Otra vez el panorama pintaba adverso. El Xeneize caía 1-0 ante Deportivo Pereira de Colombia y su situación en la fase de grupos se complicaba. Valentín iba al frente, no tenía problemas en pasar entre dos o tres rivales y ligar alguna patada. Su actitud contagió: Luis Advíncula sacó un zurdazo que se metió en el ángulo. Y, con el 1-1, “Barquito” volvió a demostrar su valía.
Priemro, desbordó con un autopase y tiró un buscapie que no llegó a desviar Luis Vázquez. Luego, en la última del partido, recibió de Sebastián Villa y tiró un centro perfecto a la cabeza de Alan Varela, que la puso contra un palo y generó la locura de La Bombonera. Unos minutos después, el Templo agradeció y coreó “olé, olé, olé, olé, Colooo, Colooo”. La primera ovación para un jugador que tiene todos los números para hacer historia en Boca.
Sentido de pertenencia.