Desde hace varias semanas que el Boca de Diego Martínez no es el que supo ser, sobre todo en los primeros meses del año, donde mostró un buen fútbol, impuso condiciones en diferentes canchas y se dio el lujo, por ejemplo, de eliminar a River en un mano a mano por Copa de la Liga.
Es cierto que el Xeneize nunca llegó a convencer del todo, pero este bajón, al que algunos lo asocian al error de Cristian Lema frente a Estudiantes en Córdoba, puede explicarse desde varios aspectos y quizá no solo tenga que ver con lo ocurrido adentro del campo de juego.
Chato nivel colectivo e individual
Boca fue de mayor a menor en lo que va del 2024. El equipo incorporó rápido los conceptos que bajó el DT, pero se fue cayendo con el correr de los meses. Antes del receso por la Copa América, que ganó la Selección Argentina en Estados Unidos, empezó a mostrar debilidades que luego se acrecentaron en la reanudación de las competencias locales e internacionales. La poca eficacia de en condición de visitante, el fiel reflejo de esto.
Un mercado de pases agridulce
El Consejo de Fútbol salió en búsqueda de refuerzos y sumó cinco caras nuevas al plantel de Martínez. El primero en llegar fue el chileno Gary Medel, luego arribaron Tomás Belmonte y Brian Aguirre, mientras que semanas más tarde fue el turno de Agustín Martegani y Milton Giménez.
La deuda, hasta entonces, pasa por la incorporación de un volante creativo (Alan Velasco no logró salir de Dallas), un marcador de punta derecho para fomentar la competencia interna con Luis Advíncula, una de las piezas clave de la plantilla, y un delantero que logre generar desequilibrio en metros finales (Carlos Palacios, otro de los que se truncó).
La no inclusión de los refuerzos para el repechaje de la Sudamericana
Sin dudas, el principal error de la actual gestión. Boca salió a buscar caras nuevas para suplir las ausencias de Zenón, Medina y Equi Fernández, los tres convocados a los Juegos Olímpicos de París, pero presentó tarde la lista y no pudo contar con ninguno de sus refuerzos para la serie ante Independiente del Valle.
Riquelme sostuvo que la CONMEBOL se puso exigente, pero lo cierto es que lo sucedido no fue otra cosa que “un tiro en el pie” por parte de quienes debían presentar los papales correspondientes. El Xeneize sacó adelante la serie e hizo que el papelón institucional quede en el olvido.
La tempranera eliminación ante Cruzeiro
El partido en Belo Horizonte no dejó mal parado a Boca en términos futbolísticos, más allá de la dolorosa eliminación por penales tras igualar 2 a 2 en el global frente al conjunto brasileño.
Sin embargo puertas adentro saben que el equipo se marchó demasiado rápido de la competencia internacional y que el año calendario quedará demasiado largo de acá a diciembre.
Esto, sin dudas, obliga al Xeneize a pelear el campeonato local hasta el final y llegar a instancias finales de la Copa Argentina, dos torneos que no solo podrían darle nuevas estrellas, sino también depositarlos en el lugar donde el Club siempre tiene que estar: la Copa Libertadores de América.
El subibaja del director técnico
Diego Martínez supo inculcarle parte de su estilo a Boca y mostró credenciales en diferentes momentos de un ciclo que todavía no tiene ni siquiera 50 partidos oficiales.
El entrenador hizo que el Xeneize se afiance a una idea, tenga identidad y plasme algo diferente a lo que se venía viendo dentro de la cancha. Además, hasta entonces, no perdió ningún clásico e hizo que su equipo imponga condiciones en momentos puntuales. No se achicó ni siquiera cuando tuvo que improvisar en una llave internacional por errores ajenos a él.
Pero algunas decisiones tácticas, acompañadas del armado de diferentes formaciones, lo dejaron expuesto e hicieron que en el aire se instale la duda sobre su futuro. Con el perfil bajo que lo caracteriza deberá enderezar el barco y lograr que su Boca brinde seguridad. El Superclásico del 21 de septiembre lo marcará a fuego.