“Salimos con Simeone a las nueve menos cuarto y a las cinco de la mañana llegamos a la Basílica de Luján. Cuando todos discutían si había sido o no penal yo agarré un poco de pasto. Estaba tranquilo pero le prometí a la Virgen que si lo atajaba la iba a visitar”. Así recuerda ese momento único, Antonio Roma.
El final del campeonato los encontraba a Boca y River mano a mano. Era el 9 de diciembre de 1962 y La Bombonera tenía un partido especial. Un súper clásico, ni más ni menos. Los dos llegaban con 39 unidades y el que ganaba prácticamente era campeón. Mejor dicho, si Boca ganaba, porque si había un empate al tener más partidos a favor los primos contra los 5 mejores de la tabla, se le daba el Torneo.
Uno se sienta a escribir esto, y siente lo que los bosteros en esos tiempos. O por lo menos lo imagino. Más de 65.000 personas, hacían que con los colados, la cancha fuese un hervidero. A los 15 del primer tiempo Marcelo Echegaray le cometió penal a Paulo Valentím. El brasilero que había sido recibido por Armando dos años antes, con el claro propósito de amargar a las gashinas. “Usted métale goles a River, lo demás no importa”, le habría dicho. Y él cumplió.
El video en blanco y negro se reproduce nuevamente. Paulo Valentím le pega fuerte y la mete contra el palo derecho. Amadeo Carrizo se tira al otro lado y La Boca que se viene abajo. Porque ahí fue más que la Bombonera. Porque el mundo se paralizaba y los corazones de miles también. Son esos segundos, donde el zurdo parece que se para, que no sigue, pero que retoma con más fuerza para bombear emociones y sudores.
Pero vamos a lo importante y eso es en el segundo tiempo. Mientras Boca aguantaba los embates de River, ya el campeonato se palpitaba. Eternos minutos que se rebelan en contra del tiempo y pasan a su ritmo. Ese ritmo cansado, como el mendigo que arrastra los pies y que duele el hecho de verlo así. Esos minutos duelen, y más cuando hay una especie de grito desaforado atragantado.
A cinco minutos del final, lo que un árbitro pocas veces hizo, Carlos Nai Foino lo cobró. Un penal en contra. Un penal en el área donde Antonio Roma era dueño. En su casa, en su propio patio le venían a robar. Y digo robar, porque hasta el día de hoy la polémica se inicia con ese momento. Un penal dudoso de Simeone a Artime. Y ahí empieza lo mejor…
Me lo contó un pajarito
En tiempos donde no había cambios, el brasilero Delem jugó en una pierna. Producto de una entrada fuerte de Orlando, ya que al vivir en su mismo edifico sabía que tenía el tobillo derecho a la miseria. Y como buen conocedor del enemigo, hizo el trabajo “sucio”.
Fue el mismo brasilero que se paró frente a la pelota porque nadie quería patear. El mismo que había pateado fuerte y a la derecha en un partido contra Vélez. Ese dato Roma lo tenía presente. Se lo había dicho un wing izquierdo al que apodaban “Canario”.
Entonces ahí. El penal cobrado. Delem parado frente a Roma. Roma parado frente a Delem. Antonio de riguroso negro. Oscuro. Como el cielo si era gol de River. La cancha en silencio. Sólo se escuchaba la promesa de Valentím de que si atajaba el arquero, le daría 10.000 pesos al primer mendigo que se encontrara. No volaba nada. Ni el aire se atrevía a pasar entre los hinchas. Todos expectantes, todos nerviosos.
Entonces Delem se adelanta y Roma también. Ambos dieron pasos adelante, para adelantarse a la historia y ser parte de ella. La pelota picando, sacando chispas en el suelo y la mano de Roma que la cacheteaba. Tiro de esquina. Delirio. Furor. Socios que saltan el foso, invaden el campo. No les importa nada. Ya no importaba nada. Furia en las tribunas. Explosión –cuenta Roma-. Pero también en el área, con las protestas de los rivales:
– Señores, les doy un penal en la cancha de Boca a cinco minutos del final y ahora quieren que lo haga repetir… Por favor…
– Pero referí, el arquero se adelantó tres metros.
– Aire, aire, penal bien pateado es gol.
Momento sublime y frase para la historia.
Frase sublime y momento histórico: “Delem pateaba con las dos piernas y con mucha potencia así que si me quedaba quieto en el medio del arco, no había manera de llegar. Por eso, cuando se paró como derecho, yo ya había decidido para qué lado me iba a tirar. Cuando llegó a la pelota, di un paso hacia la izquierda y después me largué, en diagonal para mi derecha. Por suerte no me dobló las manos, pero la pelota venía con tanta fuerza que se fue cerca del banderín del córner. Lo más increíble de ese penal fue todo lo que me tocó vivir después.” Comenta “Tarzán”.
A la fecha siguiente Boca goleaba a Estudiantes y era campeón después de ocho años. Pero es otra historia. Mejor dicho la historia, una de las mejores en la vida de Boca pasó hace 50 años. Me acuerdo que más de una vez leí y releí ese momento. Vi y volví a ver ese penal. Me imaginaba de chico en blanco y negro, con el porte de Roma y con esas manos que dieron alegrías. Me gustaba pensarme tirándome a la derecha, escuchando el audio de “Rooooooooooooma”. Me hubiese encantando. Juro, que daría años de mi vida por eso.
Hace unos años, muy chico yo, en Villa María lo pude ver en la cena de la Peña. Me acerqué y le dije, “Gracias Roma, gracias por el penal”. Él me miró asombrado. Como diciendo: “Pibe, a vos te la contaron”. Y yo lo miré cómo asegurando: “Sí. Me la contaron tal cual fue”.