Hace algunas semanas que andamos más felices por la calle. Nos cambió todo y para bien. Una serie de triunfos de Boca puede hacerte olvidar de los problemas diarios y pintarte una sonrisa en la cara de manera automática. Porque la vida puede tener muchas cosas lindas, pero pocas se comparan a que gane tu club.
El equipo de Claudio Ubeda no es una máquina, pero va. Está con confianza, se siente más seguro, pisa fuerte cuando tiene que hacerlo y parece no escaparle a las responsabilidades propias de un equipo grande. Ya cumplió el primer objetivo, que era clasificar a la Copa Libertadores 2026, y ahora va por el otro: salir campeón del torneo local.
La defensa está sólida, el mediocampo tiene más juego, los delanteros la embocan seguido y Leandro Paredes, el hombre que volvió para devolvernos la ilusión, se adueñó por completo de todo lo que rodea al fútbol de Boca. Hay motivos para confiar en que podemos llegar a la definición del Torneo Apertura en Santiago del Estero, el próximo 13 de diciembre.
Ahí vamos, con perfil bajo, silbando bajito, sin hacer demasiado ruido y sin ser noticia como cuando las cosas no salen. Aunque el techo futbolístico todavía este lejos, y haya que ajustar varias cuestiones para acercarse al ideal, el deseo de sumarle una estrella más al escudo está más vivo que nunca.
El fútbol no entiende de merecimientos, pero este pueblo, que supo poner el pecho en las más jodidas, merece seguir siendo feliz de manera continua. ¡Vamos nosotros!
