Leandro Paredes llegó y renovó absolutamente todo. Desde que está entre nosotros se respira otro aire. Puede sonar un tanto exagerado, pero créanme que es así. Al talento nato que vive en su pierna derecha se le sumó una energía especial capaz de transformar por completo cuestiones colectivas e individuales de un equipo que le daba la espalda a los valores de Boca.
Cuando le dio inicio a su segundo ciclo, veníamos de empatar contra un equipo semi amateur (Auckland City) en el Mundial de Clubes, nos topábamos de frente con la mayor racha sin victorias en la historia del club (12 partidos) y empezábamos a hacernos la idea de mirar otra vez por televisión la Copa Libertadores de América. Nos rescató.
Su influencia dentro de la cancha fue total, a tal punto que ni siquiera tuvo que pasar por ese famoso periodo de adaptación de quienes vuelven a jugar en el fútbol argentino después de muchos años. Dueño absoluto del equipo y con un nivel superlativo. Prometió y cumplió: volvió vigente.
Pero no todo quedó adentro del campo de juego. Lo de afuera importa y mucho. Charlas en las concentraciones, rondas de mate, consejos futbolísticos y votos de confianza en el día a día para quienes venían de capa caída. “Le agradezco a los referentes, especialmente al 5. Me dio mucho cariño y eso era algo que necesitaba”, reveló Exequiel Zeballos semanas antes de su tarde más gloriosa como futbolista profesional. Lo aprendido en la Selección Argentina más exitosa de la historia lo trasladó a Boca.
En las redes sociales también juega su rol de líder: foto que sube uno de los suyos, foto que tiene su comentario. Un corazón, un emoji de aplauso, una frase en broma, lo que sea para estar presente de alguna u otra manera. Para algunos, un dato menor; para él, una forma de estar cerca de quienes hace no mucho lo tenían colgado en el póster. Terrenal 100%.
El sentido de pertenencia puede trasladarse e inculcarse. Pero para que eso ocurra debe haber alguien que lleve consigo el sentimiento bien adentro y sea capaz de explicar con claridad de qué va la cosa. “Me muevo por esto, por sentimiento y por amor”, dijo parado en la mitad de cancha de La Bombonera el día de su presentación, mientras su familia lloraba de emoción. No hay demasiado que agregar.
El tiempo será el encargado de decirnos cómo terminará esta historia. Mientras tanto, y dejando de lado cualquier resultado de turno que pueda venir, me veo en la obligación de decirle “gracias” a Leandro, un tipo de palabra que dejó todo de lado por hacer lo que hubiera hecho cualquiera de nosotros. Por suerte, en el fútbol todavía el billete no le ganó la batalla al sentimiento. ¿Quién dijo que todo está perdido?
