(Estas líneas fueron escritas instantes después de la caída de Boca ante Huracán, por 1 a 0, que derivó en la peor marca de la historia del club en cuanto a derrotas en el ámbito profesional).
Estoy sentado en el sector de prensa del Estadio Tomás Adolfo Ducó. La cancha ya vacía. Escribo, borro, escribo, borro. Una y otra vez. Me duele tanto este presente de Boca que no sé por dónde empezar.
Sin ánimos de sonar exagerado, y quizá atravesado de punta a punta por la tristeza y la bronca de una derrota que nos lleva a una racha negativa histórica (11 sin ganar), sostengo que este es de los peores equipos de Boca que vi en los últimos años.
Jugadores sin alma, entregados, cabizbajos, gesticulándose entre sí cuando la pelota no llega a buen puerto, con poca rebeldía, con poco hambre de gloria para revertir este triste presente y con aura derrotista. El panorama es desolador.
A esto se le suman las desprolijidades del cuerpo técnico, que sacó a Miguel Merentiel en el entretiempo pero nunca le avisó que salía, y la poca autocrítica de la dirigencia comanda por Juan Román Riquelme, que deberá cambiar el plan porque este se agotó.
Agarren los libros, lean nuestra historia, vean de qué estamos hechos y cuál es nuestro ADN, apréndanse los valores propios de este club y sepan que están haciendo todo lo contrario. La camiseta de Boca no solo se tiene que transpirar, sino también honrar. Adentro y afuera de la cancha.