Lo primero que hay que decir sobre lo ocurrido en La Bombonera, en la previa de la definición por penales ante Lanús, es que la paciencia no es infinita y en algún momento se acaba. Después, cada uno podrá sacar las conclusiones que quiera, pero lo sentimientos no pueden ni deben ocultarse. La gente habló y se hizo escuchar.

El flojo rendimiento frente al Granate fue la gota que rebalsó un vaso lleno de frustraciones deportivas: dos años seguidos sin jugar la Copa Libertadores, el papelón contra Alianza Lima, el poco carácter para jugarle a River en el Monumental, las pesadas herencias de algunos mercados de pases, el desfile de técnicos, entre otras cosas que aún causan dolores de cabeza.

Todo aquel que sienta a Boca de manera genuina, y no anteponga intereses de cualquier índole por delante, sabe que así la cosa no va. No hace falta estar de un lado o del otro para comprender que plan inicial no funcionó y que si no se pega un volantazo, el próximo golpe estará a la vuelta de la esquina. Por eso, las canciones que parecían parte del pasado.

Mismo pensamiento, diferentes maneras de actuar: el hincha de Boca se dividió

El árbitro Leandro Rey Hilfer indicó el final del partido. Penales otra vez. Pero a diferencia de jornadas anteriores, el grito de aliento se cambió por uno de reproche. “La comisión, la comisión…”, esbozó parte de la tribuna de plateas y los palcos preferenciales. Instantes después, la apuesta se redobló: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. En las generales, algunas voces también soltaron la bronca al aire, aunque no tanto como el sector donde asisten los abonados. Lo pocas veces imaginado estaba ocurriendo: el dardo apuntó, por primera vez, a Juan Román Riquelme.

La popular Sur, que le da la espalda al Riachuelo, donde también asistieron hinchas disconformes con este pálido presente de Boca, no se quedó callada. Sin embargo, a diferencia de la platea, eligió un tema del viejo cancionero boquense que va de la mano con las épocas turbulentas: “Soy del barrio de La Boca y siempre te voy a seguir; en las malas a todas partes, las buenas ya van a venir…”.

En el sector donde va el grueso de la gente de Boca, más precisamente en la tribuna Norte media, se escuchó el clásico “Y dale Boca, dale Bo…” durante toda la definición. Una vez consumada la clasificación del Único Grande a cuartos de final, los tumultos, algunos golpes de puño y el “plateísta botón, plateísta botón…” de algunos socios activos hacia quienes comenzaron apuntándole a Román. El ejemplo de la división en su máxima expresión.

La confusión abrió el debate: ¿era o no momento para insultar antes que alentar?

Boca ya tenía el boleto comprado a los cuartos de final. La alegría por el resultado le ganaba a cualquier otra cosa, inclusive a la desazón por ver a un equipo que representa poco los valores nuestros dentro de la cancha.

Sin embargo, mientras bajábamos las escaleras de La Bombonera muchos nos preguntábamos algo que todavía nos da vueltas en la cabeza: ¿por qué el reproche antes que el aliento? ¿Por qué el insulto antes que el grito por los colores? ¿Por qué en ese momento?

Es cierto que los sentimientos no se juzgan y que quizá muchos buscaron que entre la bala. Pero también es verdad que la cancha (y la gente que va) está algo rara. A decir verdad, jamás imagine estar escribiendo un texto que hable de que de nuestras tribunas bajaron insultos antes que apoyo en la previa de una tanda de penales que podía darnos una clasificación. Será una cuestión generacional.

De todos modos, al margen de lo que cada uno pueda pensar y sentir, no se puede tapar el sol con un dedo: el hartazgo ya es un denominador común entre los hinchas de Boca. Tanto de los que se expresaron, como de los que eligieron alentar o simplemente permanecer en silencio. En el fondo, todos opinamos igual y todos tenemos razón. Por eso, más autocrítica, trabajo y gestión. Por el bien del club. Por el bien de la gente.