Hoy es uno de esos días en donde extraño más que nunca a los equipos de Carlos Bianchi o Alfio Basile. Partidos como los que nos tocó perder ayer, de manera injusta, eran un trámite en esas épocas: generabas algunas situaciones, convertías, te cerrabas bien en el medio y atrás, y sumabas tres puntos de local. Aún sin ser una máquina hacías lo más importante en este juego: ganar.
Sin ánimos de exagerar digo que hoy levanté abatido. No porque el partido ante Belgrano sea uno de esos que quedarán en la historia, sino porque estaba convencido de que este era el momento justo para que Boca se transforme, de una vez por todas, en algo serio. Pero no. Lamentablemente, ocurrió todo lo contrario. Ahora, otra vez con la calculadora en la mano para ver si clasificamos o no a la Copa Libertadores 2026. Insoportable sensación.
Los dos número 9, Miguel Merentiel y Milton Giménez, volvieron a tener la pólvora mojada. Leandro Paredes jugó un partido “terrenal” y se sintió. Lautaro Di Lollo cometió una falta infantil y la pagó carísima. El “Changuito” Zeballos entró bien, pero no alcanzó. A Boca, que generó una buena cantidad de situaciones claras, le faltó juego y eficacia, y se fue con las manos vacías cuando no lo merecía. Qué deporte ingrato es este.
La demora de los cambios ya no se entiende. Pasó contra Central Córdoba, se repitió ante Belgrano. Hay cinco variantes para hacer y hasta los 40′ del segundo tiempo, Boca había hecho solo una: Kevin Zenón y Ander Herrera ingresaron a los 89′. A eso se le suma lo de Lucas Janson: va siempre al banco y no entra nunca. ¿De qué sirve tenerlo así? ¿No es preferible darle rodaje a un chico de Reserva que pueda ser opción potable cuando los papeles se quemen?
La bronca nos acompañará durante varios días. Habrá que volver a masticarla y entender que, para desgracia nuestra, todo nos costará más de lo imaginado. El margen de error es cada vez más chico. El tiempo se agota. Se viene una seguidilla de partidos importantes, en donde aparece el Superclásico. Ya no sé cómo pedirlo ni a quién rezarle: por favor, Boca, no le falles a toda tu gente.