Boca se trajo un triunfazo de Brasil que permite al hincha alimentar su ilusión. La solidaridad a la hora de la recuperación y la inteligencia para golpear en los momentos justos fueron dos de las claves.
Los que creían que Boca iba a salir a especular en Río de Janeiro, se equivocaron. Desde un primer momento, el equipo argentino entendió que lo mejor que podía hacer era presionar bien arriba la salida del rival.
Darío Cvitanich y Santiago Silva fueron, como se dice habitualmente, los primeros defensores. Inclusive, en reiteradas ocasiones durante la etapa inicial, se lo vio a Pablo Ledesma bastante más adelantado para estorbar la salida del hábil Carlinhos y colaborar así con los de arriba.
Si catalogamos como buena a la tarea de los delanteros en lo que respecta a la recuperación, podemos decir que fue aún mejor a la hora de aguantar la pelota y generar acciones de riesgo.
Habitualmente el equipo descansa cuando la pelota pasa por Juan Román Riquelme, quien maneja los tiempos del equipo, pero ayer ante la ausencia del diez encontró ese respiro en los pies de ambos atacantes. De espaldas al arco, se bancaron a todos los defensores y fueron víctimas de reiteradas faltas. La acción del primer gol dejó en evidencia lo complicado que es marcarlos.
Cristian Chávez tuvo una noche discreta en lo que respecta a la creación de juego, pero se puso al servicio del equipo y colaboró mucho a la hora de la recuperación. Walter Erviti y Ledesma se encargaron de frenar los avances por ambos costados, siendo el cordobés el que más se proyectó en ataque, sobre todo en el primer tiempo.
En ningún momento del partido Fluminense se sintió cómodo. Con los circuitos de juego cortados, el elenco local no encontró la forma para vulnerar el cerrojo defensivo y, con el correr de los minutos, se desesperó cada vez más.
La dupla de centrales estuvo muy firme en la marca y se encargó de rechazar todas las pelotas aéreas. Los pocos problemas que tuvo Boca fueron a espaldas de ambos laterales, que padecieron los centros cruzados. Igualmente, en esas ocasiones, Agustín Orion respondió con mucha seguridad y evitó la caída de su valla. El penal atajado fue la frutilla del postre.
Como si no alcanzara con los buenos rendimientos de los titulares, Pablo Mouche y Juan Sánchez Miño, quienes tuvieron su chance en el complemento, entraron en sintonía rápidamente y armaron la jugada de la segunda conquista azul y oro.
Fue un gran labor la de los dirigidos por Julio César Falcioni. En condición de visitante y ante un rival que venía invicto en la competencia, jugaron como debían hacerlo. Con o sin la pelota, el equipo tuvo el partido controlado y se encargó de ajusticiar oportunamente a su rival.
De punta a punta, Boca ganó el partido con categoría. De los pies de Cvitanich a las manos de Orion, el equipo demostró su jerarquía. Además de la clasificación, el conjunto Xeneize se trajo de Brasil una victoria que, pensando en el futuro, ilusiona.