Boca cayó ante Patronato en los penales y no pudo alcanzar una nueva final de Copa Argentina. A pocos días de gritar campeón en la Liga Profesional, y con varios partidos en lomo producto de un calendario demoledor para el físico de los futbolistas, Hugo Ibarra decidió colocar un equipo alternativo en cancha. Los penales esta vez fueron esquivos para el Xeneize y las críticas no tardaron en aparecer.

Como cada vez que el equipo de la Ribera pierde, las redes sociales fueron una verdadera carnicería. Que se sobró el partido, que los cambios fueron tarde, que tenían que haber jugado los habituales titulares, que esto y que lo otro. Condicionados por el resultado y creyendo que en el fútbol se gana más de lo que se pierde, cuando la realidad indica otra cosa, varios se olvidaron que hace el fin de semana estaban brindando con amigos o familiares por una la estrella 73. Y que por más que los promedios lo hayan mandado a la B, Patronato es un equipo que da pelea: en cuartos barrió al River de Marcelo Gallardo.

Cualquier eliminación de un torneo debe generar enojo. Quien no la sienta, no estará entendiendo lo que es Boca. Eso de minimizar las cosas no va de la mano con la institución más popular del país. Pero la reflexión final, más allá de desilusión por no alcanzar el objetivo, debe tener un contexto.

En apenas nueve días, el Único Grande jugará el último partido oficial de la temporada. La final del Trofeo de Campeones, a la que llegó por ganar los dos torneos locales que se jugaron este año y que sólo se disputará por cuestiones de negocio, es una gran posibilidad para transformar la bronca en hambre de gloria. Ahora, a darle respiro a las piernas, a la cabeza y sobre todo al teclado de la computadora o el celular. En la derrota hay que saber qué decir.