El viernes 12 de septiembre, se llevó a cabo una nueva cena de la Peña Villa Nueva en Boca de Todos (Córdoba), en donde los fanáticos pudieron conocer de cerca a Enrique Hrabina. Ya en sábado por la mañana, nos desayunamos con la posibilidad de entrevistarlo a él. El “Vikingo”, el “Ruso”, o simplemente ese tipo que jugó con fiebre, fisurado y que supo convertirse en un jugador del pueblo, apenas se vistió con la azul y oro. Lo que sigue, es una charla con un ícono de la historia xeneize.
En el hotel, el café se corta con leche. Él sabe mucho de cortar, de ser patrón del fondo de Boca y desde allí, erigirse como uno de los ídolos que más se identificó con la hinchada bostera. Un libro de Marina Zucchi –Desde el alma- es el ayudante ideal, para conocer más cosas sobre “Quique”. Inclusive su gusto por la música, por el rock y la materia pendiente de haber sido una estrella. Así comenzará y terminará la charla.
En los ’80 la década fue antagónica, con relación a las pasiones de multitudes. Por un lado el rock nacional encontraba en la Guerra de Malvinas, el surgimiento y posicionamiento de grandes bandas que marcarían un antes y un después en la historia musical. Por el otro, eran años de crisis en Boca, donde los jugadores estaban en un Club en ruinas, que hacen que todo lo que se logró allí sea más épico.
“Nosotros agarramos el pico más bajo. Cambió una comisión, llegó una convocatoria de acreedores, intervinieron el Club. Por lo que escuchaba y se sabía de esa época. Los jugadores de Boca que estaban divididos o se querían ir. Todo una cosa rara, y ahí yo llego a Boca. Finales de enero del ’85, cuando empiezan a reclutar jugadores de donde podían” comenta Enrique en algo tan alocado como real. Y sigue: “Entonces aparece el “Negro” Osvaldo Rivero, que en ese momento era conocido y me pregunta para ir a Boca, sin un contrato ni nada. Uno dudaba en ir, porque se armaba un equipo con lo que se podía, pero después de diez segundos dije que sí… Porque Boca siempre fue uno de los equipos más grandes del país y América. Y me terminé de convencer cuando al otro día fui a la cancha, que estaba vacía, miré eso alrededor y me dije que ahí había que romperla”.
Pueblo “Ruso”
La charla, que ya supera a la entrevista, será una constante de ir y venir en el tiempo. Entonces las imágenes históricas de una cancha completa toman importancia, por el informe de Boca Es Pueblo, que denuncia lo costoso de ir a ver a Boca. Habla como hincha o como el jugador del pueblo que es. De ese pueblo que falta desde hace un tiempo.
“Uno no lo vive demasiado a eso. Siempre fue un eterno problema, inclusive nosotros no tenemos entradas. Aunque en realidad no sé cómo se maneja eso, sinceramente. Pero el jugador quiere jugar con la mayor cantidad de público posible” sostiene. Y es sobre los jugadores actuales que se le pregunta. Su faceta de técnico se activa y comenta: “Hay muchos cambios. No es que dé bronca, hay que adaptarse. La vida cambia. Hay mejorías y retrocesos”. La comunicación es algo que inculca como técnico porque “no puede ser cada uno una isla, porque no es un deporte individual. Necesitas de tu compañero. Con los muchachos más grandes se trata de implementar, pero no es sencillo, antes la distracción era jugar al fútbol…”
¿El hincha de Boca se mal acostumbró a ver tipos como vos, que trababan con la cabeza?
Sí. Bueno de esos locos capaz que va a haber siempre. Medio inconscientes, o que sientan el fútbol de esa manera. Yo lo que tenía era una pasión muy grande por lo que hacía. No medía consecuencias. Jugué con el empeine fisurado, con mucha fiebre. La costilla fisurada ante River, que cuando se enfrió ahí no pude más. Pero son cosas naturales de uno ¿viste? Vienen con uno de nacimiento. Encima era el capitán del equipo. Son presiones que uno mismo se pone. Que te puede joder en la carrera, pero no me arrepiento de nada. Además la gente te lo reconoce y es un orgullo muy grande.
El recuerdo y la actualidad
Ahora puede disfrutar de un montón de cosas. El vértigo propio de la carrera no se lo permitió antes, pero ahora que no dirige sí. Como el afecto de la gente, que demuestra que “uno cosecha lo que siembra”. Habla de que el Torneo que más disfrutó fue el que se perdió contra Newell’s. La injusticia es una palabra que asoma, al igual que equipo y trabajo. Al haber sido un gran grupo y con jugadores como Batistuta y Latorre que marcaban diferencias. Habla del partido famoso contra Colo – Colo en Chile. La pregunta es saber si hubiesen salido vivos en caso de ganar. La respuesta habla de que se transformó en una causa nacional, que recibieron a Boca como si hubiese sido campeón del Mundo y que los incidentes fueron organizados. “Se respondió a la agresión y provocación”, dice sin estar orgulloso de eso.
Los tiempos tumultuosos de Boca no escapan en la mesa del hotel. La salida de Carlos Bianchi y la llegada de Arruabarrena, es una pregunta obligada. La respuesta es contundente: “La salida de Bianchi la viví como algo normal, más allá que él es una institución dentro de Boca. Pero a los técnicos se nos hace complicado seguir cuando los resultados no acompañan, y a él se lo sostuvo mucho por ser lo que fue y lo que ha logrado. Y al “Vasquito” – por quien Hrabina hizo todo para que llegara a Primera, desde el primer momento que lo vio- está muy bien. Ya se ha notado un futbol moderno y actual. Con laburos y formas que están más acorde a lo que es Boca”.
Luego de media hora, es tiempo de ir cerrando. Se le nota un dejo angustia por las últimas dos preguntas. Sobre el Hrabina técnico de Boca contesta: “Ojala hubiese pasado con anterioridad. Lo importante es que Boca le dé lugar a la gente de Boca. Haber vivido Boca no se regala ni se compra y es una ventaja importante que llevan los que vivieron el Club desde adentro. Yo seguiré con la ilusión y me he preparado para eso”.
El segundo interrogante se da por su amor a la música. Saber si no tiene ganas de ser esa estrella que siempre quiso. “No. Ya estoy muy grande y ni aprendí a tocar la guitarra. Pero lo que más me apasionaba era el fútbol. Eso es como la ilusión o una especie de amor platónico de verte ahí en el escenario y con cincuenta mil personas. Pero me toco de otra manera que la gente esté alentando y también es buenísimo. Por suerte me tocó desde otro lado” concluye Enrique Hrabina. El mismo que llegó en tiempos oscuros al Club, para brillar como las estrellas del escudo. Él fue el vocero del mejor coro del mundo, en el mejor escenario del planeta.