Algunos protagonistas insinuaban que el encuentro de ayer era “poco más importante que una práctica”. Los otros se lo creyeron.
Es cierto que el cerebro no tiene pleno dominio sobre las piernas durante los encuentros de preparación, particularmente en los de verano, donde los trabajos de pretemporada son más fuertes. Pero un Boca –River es un Boca –River, y el que diga lo contrario lo está haciendo para confundir a sus adversarios.
JR es un jugador que dentro de la cancha absorbe la presión que puedan sentir sus compañeros por su sola presencia. El problema surge cuando debe ver los partidos desde una platea. Es entonces cuando el estratega Xeneize afila su lengua para jugar su partido.
Golazo de Riquelme.
Y Colazo del pibe, tras pase de Palermo, luego de gran jugada colectiva donde se pudieron contar, por lo menos, 10 pases ininterrumpidos. Y después Martín, la figura del juego, cerraría el encuentro con un típico cabezazo suyo.
Una práctica, claro.
Seguramente lo mismo opina Ramón Díaz, que tuvo que presentar la renuncia tras aquella recordada victoria Bostera por 2 a 1 en la noche veraniega del 2000, dando vuelta el encuentro con tantos de los juveniles, por aquel entonces, Alfredo Moreno y Seba Battaglia.
O al gran Coco, que tuvo que dejar su cargo tras una derrota el enero pasado.
Un Boca –River es un Boca – River. En Taiwán, Tucumán o La Bombonera; en marzo, junio o septiembre. Ah, en Mar del Plata y en enero, también.