En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, la espera para que vuelva a jugar el Xeneize.

Te vas a despertar. Los mosquitos aun zumbando –como toda la noche- capaz adelanten el salir a la vida, pongas o no el despertador. Si te acostaste temprano, te vas a levantar temprano. La pava gritará de calor en días donde este mismo nos abruma. La cuchara preparando el café resonará en toda la casa. Hasta podrás jugar un poco con el ruido. Si el mate llama, la yerba quedará con sus palos luego de quitar el polvillo. Algunos le pondrán azúcar otros verán eso como un insulto, entonces recordarán que alguien les dijo que el verdadero mate era amargo.

Si te acostaste tarde, en horas en que lo de arriba sería un comienzo, el despertar llegará cerca del mediodía. Cuando algún tipo de impulso te saque de la cama o cuando el aroma del asado o de las pastas, alcance todos los rincones de la casa. Pero será un despertar raro, muy tranquilo…

Se saldrá a la calle, se saludará a los vecinos. Al viejito que “es un amor” y a la vieja mala onda. Se comprará el diario para informarse o desinformarse. A esta altura de la vida, cada quien sabe que es lo que hace. El sol pegará en la espalda, si hay nubes a caminata puede llegar a ser más larga. Será darse cuenta que las charlas en las esquinas tiene varias temáticas, pero ninguna llena ni llama la atención. Entonces el “buen día” es la manera de pasar sin detenerse. Sin quedarse a escuchar boludeces como si tal o cual se separó con este o aquel, que los precios, que la actualidad, que lo que se está haciendo, que… Que es un día de descanso. Pero por momentos asusta tanta tranquilidad…

Llegará el tiempo de las visitas. Si es cerca del mediodía, te tocará ir con ganas -o con una actuación digna de un premio- a la casa de los suegros. Ese esfuerzo de horas que parece más largo y más pesado. O para aquellos que quieran ir a visitar a seres queridos que no están, el cementerio será el lugar. Si hay algo que no me gusta, desde chico, es ir a ellos. Porque ahí uno entiende un poco más que es esto de la muerte, entonces entiende que la necesidad de que este día vuelva a lo que era, es vital. Verás las caras curtidas de dolor y lágrimas, capaz preguntarás por qué no se es como en otros países que la muerte se festeja. Dejarás flores naturales. Por favor que no sean de plástico, no. Ya demasiada gente de plástico hay, como para que eso haya llegado hasta las flores. Hasta te animarás a cantar a Rubén Blades: “Era una ciudad de plástico de esas que no quiero ver. De edificios cancerosos y un corazón de oro ver”.

Si te toca hacer el asado, si no eras el que te despertaste ya con el olor, el mate seguirá. Te lo alcanzará alguna mano confiable. De esas que tranquilizan. El fuego se irá prendiendo de a poco. Te gustará verlo y pensarás vaya uno a saber qué. El carbón cambiará de color, el fuego se apropiará de él.

Comerás con tus viejos, con tus hijos, con tu pareja. Tal vez, algunos que otros amigos. Aplaudirán el asado, el vino transpirará y será ese rico compañero que nunca falta. Estará quien coma de más ara luego quejarse, el que coma justo por una dieta que haya empezado, queriendo tirar todo al carajo cuando la carne está en la mesa. Amagarás a ver algo en la tele. El número de la frecuencia será el que siempre pones en estos días. Pero a diferencia, la información no es la misma. Tu esposa o esposo te pedirá que apagues, que no se puede hablar, que no hay nada en la caja boba… Y tendrá razón.

Si fuiste a la casa de los suegros agradecerás –o no- volver. Si estás en tu casa mirarás la hora como siempre. Cuando el cuerpo se prepara para emociones. Querrás dormir una siesta reparadora o no. Jugarás con los pequeños de la casa, leerás un libro. Revisarás algún mail del trabajo, renegando de porqué sos así que hasta en el descanso te estresas. Irás a comprar helado, olvidándote una vez más de los sabores que a toda la familia le gusta. O caminarás pensando a donde poder vacacionar, si podés, sino cómo hacer más ameno el verano. O definitivamente, pensarás cómo hacer para que no te saquen de tu casa mientras estas en tu casa, sentado. En la otra, podes ser más vos y en estos días no la estás visitando y algo te falta. Esa pertenencia, ese lugar en el mundo, ese momento en que uno es uno sin deber, ni pedir nada a nadie.

Vas a ir al supermercado y te quejarás de la fila que hay que hacer. Encima como siempre, tu caja va a ser la más lenta, con la cajera o cajero que no tiene su mejor día y que no estaría sacándose un 10 en atención. Hasta te sorprenderá que te moleste tanto esa fila, con hijos de otras personas corriendo y gritando, mientras que domingo a domingo en otra fila, con todos gritando, no tenes problema para quedarte horas. Tal vez puedas ir al cine. No solamente va a ser todo un tema elegir qué ver, pensando en confiar o no sobre lo que dijeron en la crítica… La abrumadora masa va a cansar en un shopping o donde vayas a ver el séptimo arte. Ahí también otra contradicción. La diferencia de estar con cientos de personas todas alocadas, a estar con miles… todas locas.

Volverás a tu casa, más temprano que de costumbre por una ruta que casi no conoces. Vas a estar incomodo en el living, en el comedor. Aburrido. Falto de algo. Casi no reconociendo ese día de descanso. Entonces ahí, frente al televisor, haciendo zapping, te van a transpirar las manos, te vas a mover más de lo debido en el sillón. Vas a estar como un fumador, en las primeras etapas sin su nicotina. Y mirando tu camiseta desde arriba, empezando por las puntas del escudo, donde están las estrellas y llegando a las iniciales… Vas a suspirar, vas a cerrar los ojos y vas a decir para tus adentros o bien fuerte que definitivamente, el domingo sin Boca, jamás, jamás será lo mismo.