Foto sacada a Diego, en la previa de un partido benéfico en Río Tercero, Córdoba.

Hoy me desperté con ganas de escribirte,

pero siempre me costó definirte. Más hoy.

Más hoy que siempre, mientras todas las ciudades te llueven,

mientras el cielo te llora.

Porque nada de lo que me salga tapará este dolor.

El dolor de no abrazarte, de no conocerte, no saludarte,

no reírme con tu risa, no emocionarme en tus ojos.

El de no tenerte un tiempo más, pese a que ya eras eterno.

Estoy esperando que salgas de donde estés, que digas que fue una broma, pesada.

Como la patada de Goikoetxea. De mal gusto, como el cobro de Codesal.

Estoy roto porque soy parte del pueblo.

Hace un año que se nos rompió algo, para siempre, cuando terminaron de romperte.

Salió a borbotones nuestra sangre por la herida mortal.

Porque somos mortales y lo sabemos, pero tu muerte fue la confirmación de que nos iremos.

Porque si vos te fuiste ¿qué queda para el resto?

Me cuesta encontrar palabras como vos encontrabas rincones en la cancha,

Me cuesta despedirte como vos lo hiciste el día que te cortaron las piernas.

Bueno, eso. Nos cortó las piernas del alma tu muerte.

La que gambeteaste tantas veces, la que te tiró tantas patadas, pero en todas te levantaste, que se tomó revancha de la peor forma porque tiene certezas de futuro.

Se vio victoriosa un solo día y te la cobró Diego, te la cobró.

Te quiso llevar cuando te habían apagado. Porque sabía que sos más que ella y lo fuiste más que nunca al brillar.

Por eso sospecho que también te admiraba Diego. Ella que desconoce a todos cuando los ve, a vos te trata de Usted.

Sí. Ella que es tan envidiosa de la vida te envidió y admiró.

Por eso ahora tampoco te deja en paz, quería saber lo que eras: un fenómeno.

Se debe estar revolcando de bronca porque te resucitó aún más.

Ardes Diego.

Ardes tanto que el milagro de tu pesada vida te ha impulsó por los siglos de los siglos.

Vos que nunca tuviste paz, vos que cuando podías tenerla

se la regalaste a tu pueblo.

Que gritó y lloró, y puteó y se embanderó con vos y por vos,

que se creyó en la cima por vos,

Que te acompañó a la gloria y te bancó en los golpes, en la humillación, en las miserias, en la guerra que tuviste con vos mismo.

Vos Diego, que nos llenaste de ilusiones en un mundo de cartón,

que pintaste con tus piernas otras historias, increíbles, que dominaste al mundo como si fuese la pelota.

Vos, que te fuiste en un silencio tan ensordecedor.

Que te fuiste en un miércoles de un sol tan oscuro.

Vos Diego, mi Diego, nuestro Diego.

El amado y criticado; el que no quería ser ejemplo de nadie y así y todo fuiste de lo mejor de nosotros. Héroe de millones que perdiste contra unos pocos.

Vos Diego, el 10 inmortal. El que se fue hace un año.

El que siempre fue nuestro emblema radiante y ahora nos dejó un frío tan inmenso.

Vos que te fuiste estás volviendo a cada rato. En el aire, en la memoria que por vos no olvida, en los ojos de tus hijas y en los de todos nosotros; huérfanos de vos, que nos sentimos menos solos cuando te nombramos. En quienes no te conocimos y te amamos tan familiarmente.

Vos, como en otra contradicción de tu vida, te moriste para estar más vivo que nunca.

Vos, me haces llorar y reír hoy. Y cada vez que te veo.

Y como cuando te tuve a unos 30 metros – tan lejanos y cercanos a la vez- y me conmoviste tanto, y me encendiste en aquella fría noche, te agradezco Diego. 

Juanjo

25/11/2021
17:23