Boca retoma su actividad en la Libertadores y tiene la obligación de competirle al Mineiro. Que falte todo, menos entrega por la camiseta.
Luego de la euforia desatada por la Selección Argentina en el mítico Maracaná es momento de pensar en Boca y la Copa Libertadores de América. La alegría de ver a Lionel Messi levantar el trofeo quedó atrás, aunque las imágenes se nos aparezcan de manera constante, y ahora es el turno de enfocarse en la difícil serie frente al Mineiro.
Como pocas veces en los últimos años, el Xeneize llega de punto a un duelo mano a mano contra un equipo brasileño. Las estadísticas acompañan, la historia pesa, pero el presente futbolístico no ilusiona demasiado. La duda sobre el funcionamiento está instalada y el mercado de pases, difícil por el contexto de nuestro país, no fue el esperado.
Otro factor a tener en cuenta es la actividad que arrastra cada uno: mientras Atlético marcha tercero en el torneo local y acumula varios encuentros en el lomo, los de la Ribera solo disputaron dos amistosos ya que no tuvieron competencia por el insólito armado del calendario. Comenzar un semestre compitiendo por Copa no debería ser normal.
Pero pese a todas las contras que puedan haber, sobran ejemplos de cómo Boca supo imponerse ante la adversidad en Libertadores. Cuántas veces lo habrán matado antes de tiempo; cuántas casas de apuestas se habrán agarrado la cabeza ante un inesperado resultado; cuántos programas deportivos tuvieron que cambiar los zócalos; cuántos se mordieron la lengua más de una vez.
Por eso esta noche no quedará otra que confiar. En la camiseta, en la mística que se construyó durante todos estos años, en la cancha, en lo que pueda haber cambiado el entrenador y en el hambre de gloria que tengan los jugadores. Difícil sí; imposible no.Ya lo dice el himno: Boca nunca teme luchar.