Y un día volví a Río de Janeiro. Después de aquel emocionante, pero triste noviembre de 2023, estoy de nuevo en la ciudad brasileña a donde se movilizaron más de 50 mil hinchas de Boca para darle vida a la mayor ilusión de los últimos años.
Camino por las calles de Copacabana y revivo lo que pasamos durante aquellos días. Todo el tiempo recuerdo todo. Es como si esto de lo que hablo hubiera sido ayer. Me meto en el túnel del pasado. La nostalgia me invade y los ojos se humedecen un poquito. Si el fútbol me atraviesa, Boca mucho más.
Ni siquiera el paso del tiempo podrá borrarme las emociones junto a mis amigos, los abrazos con mi papá, el gran responsable de que hoy escriba estas líneas, las aventuras con mi compañero de laburo Nico, el banderazo en la playa y las historias de quienes hicieron hasta lo imposible por estar.
Tan solo basta con ver el famoso Kiosco Buenos Aires, pisar la arena y cerrar un ratito los ojos para pensar qué privilegiados fuimos. ¿O acaso conocen muchos equipos que hayan hecho lo que hizo Boca acá?
El resultado, al que maldigo casi todos los días, no opacará de ninguna forma una de las experiencias más importantes de mis 31 años.
No sé cuándo ni dónde se nos dará lo que tanto venimos buscando. Capaz falte poco, capaz falte mucho, capaz tendremos que conformarnos con lo conseguido hasta ahora, que no es poco, o capaz la vida nos esté guardando algo que ni siquiera imaginamos.
En pocas horas estaré volando hacia Belo Horizonte, donde el jueves nos jugamos otro partido importante por una copa internacional, pero este fugaz paso por Río no hizo otra cosa que reafirmar el sentimiento por mi cuadro.
La ilusión de ahora no será tan grande como aquella, pero ahí vamos de nuevo. Como siempre, como toda la vida, porque nosotros, los de Boca, siempre nos levantamos más fuertes.