Quienes crecimos de la mano de Bianchi y Basile sabemos que para transmitir seguridad y confiabilidad, un equipo tiene que demostrar tanto de local como de visitante. Si se hace fuerte adentro, pero falla afuera, tal como ocurre ahora, la cosa se complica.

El arribo de Almirón hizo que Boca saque un poco la cabeza del pozo futbolístico en el que estaba metido. El panorama cambió, la idea pudo verse en algunos partidos, pero todavía no alcanza para ponerse la pilcha de candidato. Un poco por la parte colectiva, otro por la individual.

Las estadísticas marcan que en La Bombonera, el Xeneize se hace fuerte: la gente empuja y también juega. Pero los datos fuera de casa son crudos y atentan contra la ilusión: jugó 9, perdió 5, empató 2 y ganó la misma cantidad.

Por eso será vital que de aquí en adelante se entienda que el prestigio de la camiseta más popular del país debe defenderse de la misma manera en Brandsen al 805 que en cualquier otra cancha. El escudo de Boca tiene demasiada historia encima como para andar tirando la moneda al aire y ver qué sale cada vez que el fixture indica que toca jugar en otro lado que no sea nuestro Templo.

¿Puede jugar Cavani en Boca?