En esta sección les presentaremos una serie de escritos que reflejan la pasión por Boca Juniors. En esta entrega, la final de la Copa Argentina vivida y sufrida… desde Córdoba.
Hay un banquito roto en un balcón de barrio Cofico, víctima del desquite del festejo. Hay alguien que putea desde abajo, porque la bronca y los nervios siguen saliendo de a partes, de a medidas, como si fuese la bebida más popular en estos lados.
Hay lluvia que se despliega por toda la ciudad de Córdoba, que merma las revoluciones. Hay disturbios en el Patio Olmos porque se cruzó la gente de Talleres con la de Boca. Hay una jarra fernetera llena y con espuma. Es la cuarta vez que se sirve y se vacía rápidamente. Los que saben dicen que es digestivo, por ende, es la mejor manera de bajar las pulsaciones y los retorcijones que nos dieron 90 minutos. Hay un escudo grabado en esa jarra, que debe grabar una nueva estrella.
Hay una alegría mesurada. Hay desahogo. Hay una bronca descontrolada. Hay enojo con la falta de inteligencia de algunos futbolistas. Hay una devoción por la sobrada inteligencia del eterno 10 que da declaraciones a la prensa y de la forma que lo hace. Hay una prensa que no está a gusto con este logro, que se frotaba las manos esperando que festejase la “T”, como el resto del país. Hay sorpresa (?) por que los jugadores le piden a ese N° 10 que se saque fotos con sus familias. Hay un llamado familiar al viejo que está en Villa María. Hay un abrazo a la distancia y otro que espera por ser dado, porque Roma de cuatro años quiere usar la camiseta de Boca en San Juan, porque le compraron una pelota nueva. Hay una especie de alivio cada vez que se le escucha eso.
Hay un aliento que no se cansa, que sigue latente y latiendo. Hay un Marcelo, que viajó desde Mar Del Plata, que sigue tenso pero alegre. Hay una alegría tensa, que con el resto de los días se ira transformando más en lo primero que en lo segundo. Hay otro Marcelo que, con su hermano Alejandro, abre un vino de hace 11 años que es bebido sorbo a sorbo, tensión a tensión, mientras comparten el amor por esa bebida y por Boca. Hay una resignificación de ver uno de estos partidos con el primero y sonreír después de tantas pálidas. Hay otro Ale, que espera su casamiento con nervios que está por llegar el 11 del 12 y hay una posibilidad de renovar los votos con Boca que también llena de excitación. Siempre, siempre Boca.
Hay un video en Twitter donde Simón Russo se emociona y hace emocionar. Donde es feliz y nos hace serlo al resto. Hay unas ganas inmensas de abrazarlo, mientras él abraza esta Copa y la ilusión de la Libertadores, de agradecerle enseñarnos qué cosa es importante.
Hay un cansancio acumulado, un desgaste de horas sin dormir, hay un mal humor del no descanso cuando se grita y se putea al aire. Hay ganas de festejar y otras de dejar de sufrir.
Hay una hincha de Belgrano que acompaña de la mejor manera. Ella no dice nada y al mismo tiempo va diciendo todo. Flor, se quedará callada, pero hablaran sus manos, sus miradas. Hay otro hincha celeste, que está relajado después de que días antes me pidiera que “Boca devuelva el favor que el pirata hizo hace diez años”. Hay un dato que no es menor: Boca ganó la Copa Argentina sin haber jugado contra un equipo con más de 10 años seguidos en Primera (Claypole, Defensores De Belgrano, River, Patronato, Argentinos y Talleres). Por eso, tal vez, quieran y empiecen a buscar bajarle la importancia a este logro.
Hay algo de justicia poética en que Boca salga campeón en Santiago del Estero, en honor al “Chango” Moreno. Hay tristeza por la notica de la partida de Alfredo. Hay empatía con la familia de él, que no está pasándola bien. Hay un deseo de que puedan encontrar algo de paz ante tanto aturdimiento.
Hay otro tipo de aturdimiento: el de una hinchada que se puso la final al hombro cuando parecía que se escapaba. Hay una alegría que jamás se escapará de La Boca, porque no sólo de títulos vive Boca. Hay una identidad que necesita y parece que quiere volver a recuperarse. Una llama que debe volver a encenderse, más allá de algunos chispazos que no alcanzan. Hay un pueblo necesitado de goce y hay momentos gloriosos que están llegando. Hay ganas de emular a Advíncula y hacerle el amor a la Copa.
Hay un ex jugador que es el más ganador de la historia, que nos da un título como técnico. Hay un técnico que también hizo posible este logro y que no perdió frente a los del frente. Hay un periodista que los representa a ellos, que asegura que el ganar un noveno título en la historia por penales es un mérito. Quiere chicanear y no le sale. Obviamente será un mérito: Su equipo por no meter un tiro desde los 12 pasos se fue a la “B” hace diez años.
Hay un club que supuestamente vive en crisis, que en dos años ganó tres títulos. Más que todos los demás donde las crisis en teoría no existen o no serán tratadas jamás, de la misma forma.
Hay un copa que brilla y es la que besó Maradona por última vez. Hay un recuerdo imborrable de él gritando y festejando desde el palco. Ahora hay un video de un festejo alocado de Riquelme mimetizándose en la cancha con la gente. Hay gente que todavía piensa que era mejor votar a un hincha del Rojo, discípulo de uno de Huracán. Hay gente que entiende que el único capaz de guiar a un pueblo es alguien que haya salido del pueblo.
Hay un reloj que tiene las horas cambiadas. Hay un nuevo campeón de la Copa Argentina, que copó al país. No jugó bien por varios momentos, pero ganó. A veces hay que festejar así. Porque no es otra cosa que eso: el festejo. Un festejo que esperemos que se alargue en los tiempos. Hay una estrella N°71. Hay quienes dicen que eso es el excremento en la quiniela y mejor así, porque la bosta celebra. Eso que molesta tanto a tantos y pone “felí” a la mayoría del país.
Hay uñas que se achicaron a medida que pasaron los penales que patearon y el que se atajó. Hay una bandera cábala que se agarró con la misma intensidad de siempre. Hay una seguridad y es que pase lo que pase, en las buenas y en las malas, el amor por Boca no morirá jamás.
Hay un almanaque que se va terminando, que va quedando flaco en el día en que se arma el árbol de Navidad. Hay un cantito sobre que se acerca Nochebuena que empieza a cantarse de nuevo. Hay un año que se está yendo con festejo, de la misma manera que empezó. Con la azul y oro en lo alto.
Hay una especie de tranquilidad a medias y la medida justa, como el fernet, para empezar a disfrutar de esta noche en Córdoba Capital, como en toda la Argentina copada: 70% de festejo 30% de alivio. O viceversa.